martes, 25 de marzo de 2014

DIÓGENES LAERCIO, VIDAS DE LOS FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES: LIBRO OCTAVO

LIBRO OCTAVO

PITÁGORAS
1. Después de haber tratado de la Filosofía jónica, dimanada de Tales, y de los varones que se hicieron célebres en ella, pasaremos ahora a tratar de la italiana, cuyo autor fue Pitágoras, hijo de Mnesarco, grabador de anillos, natural de Samos, como dice Hermipo, o bien fue tirreno, natural de una isla que poseyeron los atenienses echando de ella a los tirrenos, según escribe Aristójeno. Algunos dicen que fue hijo de Mármaco; éste, de Hupaso; éste, de Eutifrón y éste lo fue de Cleónimo, que es el que huyó de Filunte. Que Mármaco habitó en Samos, de donde Pitágoras se llamó Samio. Que pasando éste de allí a Lesbos, fue recomendado a Ferecides por Zoilo, tío suyo; construyó tres cálices de plata y los llevó en regalo a tres sacerdotes egipcios. Tuvo dos hermanos, el mayor de los cuales se llamó Eunomo, el mediano se llamó Tirreno. Tuvo también un esclavo, llamado Zamolxis, a quien sacrifican los getas juzgándolo Saturno, como dice Heródoto.
2. Pitágoras, pues, según hemos dicho, oyó a Ferecides Siro. Después que éste murió se fue a Samos, y fue discípulo de Hermodamante (que ya era viejo), consanguíneo de Creófilo. Hallándose joven y deseoso de saber, dejó su patria y se inició en todos los misterios griegos y bárbaros. Estuvo, pues, en Egipto, en cuyo tiempo Polícrates lo recomendó por cartas a Amasis; aprendió aquella lengua, como dice Anfitrión en su libro De los que sobresalieron en la virtud, y aun estuvo con los caldeos y magos. Pasando después a Creta con Epiménides, entró en la cueva del monte Ida. No menos entró en los áditos de Egipto y aprendió las cosas contenidas en sus arcanos acerca de aquellos dioses. Volvió después a Samos, y hallando la patria tiranizada por Polícrates, se fue a Crotona, en Italia, donde, poniendo leyes a los italianos, fue celebérrimo en discípulos, los cuales, siendo hasta trescientos, administraban los negocios públicos tan noblemente, que la República era una verdadera aristocracia.
3. Heráclides Póntico refiere que Pitágoras decía de sí mismo que «en otro tiempo había sido Etálides y tenido por hijo de Mercurio; que el mismo Mercurio le tenía dicho pidiese lo que quisiese, excepto la inmortalidad, y que él le había pedido el que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto sucediese». Así que mientras vivió se acordó de todo, y después de muerto conservó la misma memoria. «Que tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo había sido en otro tiempo Etálides, y que había recibido de Mercurio en don la transmigración del alma, como efectivamente transmigraba y circuía por todo género de plantas y animales; el saber lo que padecería su alma en el infierno y lo que las demás allí detenidas. Que después que murió Euforbo, se pasó de alma a Hermótimo, el cual, queriendo también dar fe de ello, pasó a Branquida, y entrando en el templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí»; y decía que «cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo, y que ya estaba podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hermótimo se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, a saber, cómo primero había sido Etálides, después Euforbo, luego Hermótimo y en seguida Pirro». Y finalmente, que después de muerto Pirro vino a ser Pitágoras, y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado.
4. Dicen algunos que Pitágoras nada escribió; pero se engañan, pues Heráclito el físico lo está poco menos que clamando cuando dice: «Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en la historia de las cosas más que todos los hombres, y escogiendo este género de escritos se granjeó su saber, su mucha pericia y aun las artes destruidoras de los hombres.» Habló así porque habiendo Pitágoras empezado a escribir de la Naturaleza, dice así: «Por el aire que respiro, por el agua que bebo, que no sufriré que este argumento sea vituperado.» Atribúyese, pues, a Pitágoras tres escritos, a saber Instituciones, Política, Física; pero lo que corre como de Pitágoras es de Lisis Tarentino, pitagórico, el cual, huido de Tebas, fue maestro de Epaminondas. Heráclides, el hijo de Serapión, dice, en el Compendio de Soción, que Pitágoras escribió también del Universo, en versos. Otro escrito suyo se intitula Discurso sagrado, cuyo principio es:

Venerad obsequiosos,
jóvenes, estas cosas con silencio.

Tercer escrito, Del alma; cuarto, De la piedad; quinto, Helotal, padre de Epicarmo el de Cos; sexto, Crotón, y todavía otros. El Discurso místico dicen es de Hipaso, el cual lo escribió para desacreditar a Pitágoras. Y también que Astón de Crotona escribió muchos libros bajo el nombre de Pitágoras. Igualmente dice Aristójeno que Pitágoras aprendió muchos dogmas morales de Temistoclea en Delfos. Jon de Quío dice, en sus Triagmas, que Pitágoras escribió un poema y lo supuso a Orfeo. También dicen son suyas las Catascopíadas, cuyo principio es: Con nadie seas imprudente.
5. Sosícrates, en las Sucesiones, dice que habiéndole preguntado León, tirano de los fliasios, quién era, dijo: «Filósofo.» Y que comparaba la vida humana a un concurso festivo de todas gentes; pues así como unos vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y otros, que son los mejores, a ver; también en la vida unos nacen esclavos de la gloria; otros, cazadores de los haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud. Hasta aquí Sosícrates. En los tres libros de Pitágoras arriba nombrados se contienen umversalmente estos documentos. No deja que nadie ore por sí mismo, puesto que no sabe lo que le conviene. Llama a la ebriedad pernicie del entendimiento. Reprueba la intemperancia diciendo que nadie debe excederse de la justa medida en bebidas y comidas. De las cosas venéreas habla en esta forma: «De la Venus se ha de usar en invierno, no en verano; en otoño y primavera, más ligeramente; pero en todo tiempo es cosa gravosa y nada buena a la salud.» Y aun preguntado una vez cuándo convenía usarla, dijo: «Cuando quieres debilitarte a ti mismo.»
6. La vida del hombre la distribuye en esta forma: la puericia, veinte años; la adolescencia, veinte; la juventud, veinte, y veinte la senectud. Estas edades son conmensuradas con las estaciones del año, a saber la puericia con la primavera, la adolescencia con el estío, la juventud con el otoño y la senectud con el invierno. Por adolescencia entiende la juventud, y por juventud la virilidad. Fue el primero que dijo, como asegura Timeo, que «entre los amigos todas las cosas son comunes»; y que la amistad es una igualdad. Sus discípulos también depositaban sus bienes en común. Callaban por espacio de cinco años, oyendo sólo la doctrina; y nunca veían a Pitágoras hasta pasada esta aprobación. De allí en adelante ya iban a su casa y participaban de su vista. Absteníanse de la madera de ciprés para ataúdes, porque de ella es el cetro de Júpiter. Hermipo escribe esto en el libro II De Pitágoras. Se refiere que fue sumamente hermoso, y los discípulos creían era Apolo que había venido de los Hiperbóreos. Dicen igualmente que desnudándose una vez, se vio que uno de sus muslos era de oro. Y también afirman muchos que pasando una ocasión el río Neso le impuso este nombre. No menos Timeo, en el libro XI de sus Historias, escribe que Pitágoras a las que habitan con los hombres las llamaba diosas, vírgenes, ninfas, y luego madres.
7. Antíclides, en el libro II de Alejandro, dice que Pitágoras adelantó mucho en la geometría, cuyos principios y rudimentos había hallado antes Meris. Que se ejercitó principalmente en una especie de ella que es la aritmética. Y que inventó la escala música por una cuerda sola. Ni se olvidó de la Medicina. Apolodoro el Computista refiere que sacrificó una hecatombe habiendo hallado que en un triángulo rectángulo la potestad de la línea hipotenusa es igual a la potestad de las dos que lo componen. De esto hay el epigrama siguiente:

Pitágoras, hallada
aquella nobilísima figura,
bueyes mató por ello en sacrificio.

8. Dicen fue el primero que ejercitó a los atletas nutridos con carnes, empezando por Eurímenes, como dice Favorino en el III de sus Comentarios; pues hasta entonces acostumbraban nutrirse con higos secos, queso reciente y trigo, según el mismo Favorino en su Varia historia. Pero otros dicen que un cierto Pitágoras ungidor de atletas fue quien solía nutrirlos así, no el nuestro; pues éste estuvo tan lejos de permitir se comiesen animales como que prohibió el matarlos, juzgando tienen el alma común a la nuestra. Esto es muy verosímil. Lo cierto es que mandó abstenerse de las cosas animadas, ejercitando y acostumbrando a los hombres a la simplicidad de manjares, a fin de que tuviesen en todos tiempos la comida aderezada y a punto comiendo sólo cosas que no necesitaban lumbre y bebiendo agua, porque de ello dimanan la salud corporal y la agudeza del ingenio. Efectivamente, Pitágoras sólo prestó adoración al ara de Apolo-padre, que está en Delos detrás del área córnea, por causa de que en ella sólo se ofrece trigo, cebada y hojuelas, sin fuego alguno; pero no víctimas. Así lo dice Aristóteles en su República de los delios.
9. Afirman fue el primero que dijo que «el alma haciendo un necesario giro, pasa de unos animales a otros». Fue también el primero que introdujo en Grecia las medidas y pesos, como dice Aristójenes el Músico. El primero que llamó Véspero y Fósforo al mismo astro, según asegura Parménides. Fue tan admirado de cuantos lo conocían, que a sus sentencias las llamaban palabras de Dios. Aun él mismo escribe diciendo que «después de doscientos siete años había vuelto del infierno a los hombres». Permanecían con él y a él concurrían por su doctrina los lucanos, picentes, mesapios y romanos. Pero hasta Filolao no fue conocido el dogma pitagórico. éste fue quien publicó aquellos tan celebrados tres libros que Platón escribió se le comprasen por cien minas. No eran menos de seiscientos los discípulos que de noche concurrían a oírlo; y los que conseguían poderlo ver, lo escribían a sus familiares, como que habían obtenido una cosa grande. Los metapontinos llaman a su casa Templo de Ceres, y Museo al paraje en que estaba, como dice Favorino en sus Varia historia. Con todo eso, otros pitagóricos decían que «no deben manifestarse todas las cosas a todos», como refiere Aristójenes en el libro X De las leyes eruditivas o instructivas. Así, preguntado Jenófilo Pitagórico cómo se instruiría bien un hijo, respondió: «Siendo ciudadano de una ciudad que tenga buenas leyes.»
10. Formó por Italia muchos hombres honestos y buenos, singularmente Zaleuco y Carondas, legisladores. Era muy diestro para hacer amistades; y si sabía que alguno era partícipe de sus símbolos, luego se lo hacía compañero y amigo. Sus símbolos eran éstos: No herir el fuego con la espada. No pasar por encima de la balanza. No estar sentado sobre el quénice. No comer corazón. Ayudar a llevar la carga, y no imponerla. Tener siempre cogidas las cubiertas de la cama. No llevar la imagen de Dios en el anillo. Borrar el vestigio de la olla en la ceniza. No estregar la silla con aceite. No mear de cara al sol. No andar fuera del camino público. No echar mano sin reflexión. No tener golondrinas bajo su mismo techo. No criar aves de uñas corvas. No mear ni caminar sobre las cortaduras de uñas y cabellos. Apartar la espada aguda. No volver a la patria quien se ausente de ella.
11. Por no herir el fuego con la espada quería significar que no se ha de incitar la ira e indignación de los poderosos. No pasar por encima de la balanza, esto es, no traspasar la igualdad y justicia. No estar sentado sobre el quénice es tener igual cuidado de lo presente que de lo futuro; pues un quénice es el alimento para un día. Por el no comer corazón expresaba que no se ha de atormentar el ánimo con angustias y dolores. Por lo de no volver el que se ausenta exhortaba a que los que han de partir de esta vida no estén desordenadamente pegados a ella, ni entregados a sus deleites. Por este término se explica lo restante, por no detenernos más en ello.
12. Mandaba sobre todo el no comer rojillo ni melanuro, y abstenerse también del corazón y de las habas. Aristóteles dice que también prohibía el comer matriz y salmonete algunas veces. Hay quien diga que se contentaba con miel, con panal o aun con pan sólo, y que no bebía vino entre día. Su ordinaria vianda eran hierbas cocidas y crudas; raras veces cosa de mar. Vestía una estola blanca y limpia, y las demás vestiduras de lana también blancas, pues las telas de lino todavía no habían llegado a aquellas partes. Nunca fue visto en paseos, en cosas venéreas, ni en embriagueces. Absteníase de burlas y de toda chanza, como son dichos y motejos pesados. Hallándose airado, jamás castigaba a ningún esclavo o liberto. Al enseñar con el ejemplo lo llamaba cigüeñizar.
13. Usaba de las adivinaciones que se hacen por presagio y por agüero; pero muy poco de las que por el fuego, excepto el incienso. Sus sacrificios eran de cosas inanimadas, bien que algunos dicen que sólo sacrificaba gallos y cabritos de leche llamados recentales, pero nunca corderos. Aristójenes dice que permitió comer de todos los animales, menos de buey de labranza y del carnero; y él mismo asegura que recibió de Temistoclea los dogmas en Delfos, según indicamos arriba. Jerónimo escribe que habiendo descendido al infierno, vio el alma de Hesíodo atada a una columna de bronce, y rechinaba; y a la de Homero colgada de un árbol y cercada de culebras, por lo que había dicho de los dioses. Que eran también castigados los que no quisieron usar de sus propias mujeres: por estas cosas era muy venerado de los crotoniatas. Aristipo Cireneo dice en sus libros De fisiología que Pitágoras obtuvo este nombre porque siempre decía verdad, no menos que Pitio.
14. Dícese que siempre estaba exhortando a sus discípulos a que cada vez que volviesen a casa dijesen:

¿Adonde fui?, ¿dónde estuve?
¿Qué cosas practiqué que no debiera?

Que prohibía se ofreciesen víctimas sangrientas, y sólo permitía se adornasen las aras incruentas. No sufría se jurase por Dios, pues cada uno debe por sus obras hacerse digno de crédito. Que deben ser reverenciados los ancianos, teniendo por más venerable lo que es primero en tiempo; así como en el cielo es mejor el orto que el ocaso; en el tiempo, el principio mejor que el fin, y en la vida es mejor la generación que la corrupción. Que en el honor se han de preferir los dioses a los semidioses, los héroes a los hombres, y a éstos los padres. Que las mutuas conversaciones han de ser tales que no se nos hagan enemigos los amigos, sino amigos los enemigos. Que nada se ha de creer propio. Que se ha de favorecer la ley y perseguir la injusticia. Que no se han de arrancar ni destruir las plantas buenas, ni hacer daño a los animales que no son nocivos. Que se ha de usar pudor y circunspección o reverencia, no estando siempre o derramado en risa o cubierto de tristeza. Que se ha de viajar, ya con lentitud, ya con ahínco. Que se ha de ejercitar la memoria. Que estando airado no se ha de decir ni hacer cosa alguna. Que se ha de tener en estima toda divinación. Que se ha de usar del canto con lira. Que se han de cantar himnos a los dioses, y proclamar las debidas alabanzas a los hombres.
15. Prohibía comer habas, por razón que constando éstas de mucho aire, participan también mucho de lo animado, aunque por otra parte hagan buen estómago, y hacen leves y sin perturbaciones las cosas soñadas. Alejandro, en las Sucesiones de los filósofos, dice haber hallado en los escritos pitagóricos también las cosas siguientes: Que el principio de todas las cosas es la unidad, y que de ésta procede la dualidad, que es indefinida y depende, como materia, de la unidad que la causa. Así, la numeración proviene de la unidad y de la dualidad indefinida. De los números provienen los puntos; de éstos, las líneas; de las líneas, las figuras planas; de las figuras planas, las sólidas, y de éstas los cuerpos sólidos, de los cuales constan los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire, que trascienden y giran por todas las cosas, y de ellos se engendra el mundo animado, intelectual, esférico, que abraza en medio a la tierra, también esférica y habitada en todo su rededor.
16. Que hay antípodas, nosotros debajo y ellos encima. Que en el mundo existen por mitad la luz y la sombra, el calor y el frío, el seco y el húmedo. De éstos, cuando reina el calor es verano; cuando el frío, invierno. Que cuando estas cosas se dividen por iguales partes, son muy buenas las estaciones del año, de las cuales las flores es la saludable primavera, y la que fenece es el enfermizo otoño. En cuanto al día, florece la aurora y fallece la tarde, por cuya razón es también más insalubre. Que el aire que circuye la tierra quieto o no agitado es enfermizo, y cuantas cosas hay en él son mortales. Que el aire superior se mueve siempre, es puro y sano, y cuantos en él moran son inmortales y por tanto, divinos.
17. Que el sol y la luna y demás astros son dioses, puesto que en ellos reina el calor, que es causa de la vida. Que la luna es iluminada por el sol. Que los hombres tienen cognación con los dioses, porque el hombre participa del calor, y así Dios ejerce en nosotros su providencia. Que el hado es la causa de la administración de las cosas en común y en particular. Que los rayos del sol penetran por el éter frígido y por el denso, pues ellos al aire lo llaman éter frígido, y al mar húmedo, éter denso. Que estos rayos penetran aun hasta lo profundo, y con esto dan vida a todas las cosas. Que viven todas las cosas que participan de calor, y, por tanto, las plantas son animales, aunque no todas tienen alma. Que el alma es una partícula del éter, del cálido y del frígido, como partícipe que es del éter frígido. Que el alma y la vida son cosas diferentes, y que aquélla es inmortal, puesto que es inmortal aquello de que ella fue tomada o separada. Que los animales se engendran de sí mismos por semilla; pero la generación hecha por la tierra, y desarrollada en el seno de la misma, es insubsistente.
18. Que la semilla es una gota o partícula del cerebro, que contiene en sí un valor cálido. Que cuando ésta se infunde en la matriz caen del cerebro el ícor, el humor y la sangre, de los cuales se forman la carne, los nervios, los huesos, los pelos y todo el cuerpo: y del vapor proceden el alma y los sentidos. Su primera formación y concreción se hace en cuarenta días, y luego, perfeccionándose por razón armónica, nace el infante a los siete, a los nueve, o lo más a los diez meses. Que tiene en sí todos los principios de vida, unidos y ordenados en razón armónica, sobreviniendo cada uno en determinados tiempos.
19. Que los sentidos en general, y en especial el de la vista, son un vapor muy  cálido; por eso decimos que atraviesa el aire y agua, pues el cálido es rechazado por el frígido, porque si fuese frío el vapor de los ojos, se pasaría al aire semejante a sí. Ello es que Pitágoras en algunos lugares llama a los ojos puertas del sol. Lo mismo dogmatiza acerca de los oídos y demás sentidos.
20. En tres partes divide el alma humana, a saber, en mente, en sabiduría, y en ira, y la ira se halla también en los otros animales, pero la sabiduría sólo en el hombre. Dice que el principio del alma está desde el corazón hasta el cerebro y que la parte de ella sita en el corazón es la ira. Que la sabiduría y la mente están en el cerebro, y de ellas, dicen, manan los sentidos como derivaciones. Que la parte capaz de sabiduría es inmortal; las demás, mortales. Que el alma se nutre de la sangre, y las palabras son vientos del alma. Que ésta es invisible, como las palabras, porque también el éter es invisible. Que los vínculos del alma son las venas, las arterias y los nervios; pero luego que se fortifica y queda por sí sola, sus vínculos son la razón y las operaciones. Que el alma echada a la tierra va divagando en el aire, semejante al cuerpo. Que Mercurio el administrador de las almas, y por esto se llama Conductor, es Portero y Terrestre, a causa de que saca las almas de los cuerpos, de la tierra y del mar, las puras las conduce a lo alto; pero a las impuras ni aun se acerca él, ni ellas entre sí, sino que las atan las Furias con vínculos firmísimos e indisolubles. Que todo el aire está lleno de almas creídas semidioses y héroes, las cuales causan los sueños a los hombres, y las señales de enfermedad y salud. Ni sólo a los hombres, sino también a las ovejas y demás ganado. Que a éstas se dirigen las lustraciones y sacrificios expiativos, todas las adivinaciones, los vaticinios y cosas semejantes.
21. Dice que lo mayor que tiene el hombre es que el alma induce al bien o al mal; que es feliz el hombre a quien le toca un alma buena, y que ésta nunca está quieta, ni tiene siempre un curso mismo. Que lo justo tiene fuerza de juramento, y por lo mismo Júpiter se llama Juramento. Que la virtud es armonía, lo es la salud, lo es toda cosa buena, lo es también Dios, y aun todas las cosas existen por la armonía. Que la amistad es una igualdad armónica. Que los honores deben darse a los dioses y héroes; mas no honores iguales, pues a los dioses se han de dar siempre con loores, con vestiduras blancas y con pureza; pero a los héroes, desde el mediodía en adelante. Que esta pureza se adquiere por medio de expiaciones, lavatorios y aspersiones; evitando los funerales, la cama y toda cosa sucia, y absteniéndose de comer carnes mortecinas, salmonetes, melanuros, huevos y animales nacidos de huevos, habas y demás cosas que prohiben los que dirigen ritos y sacrificios en los templos.
22. Aristóteles dice en el libro De las habas que Pitágoras mandó abstenerse de las habas «o porque semejan a las partes pudentas o a las puertas infernales, pues carecen de nudos, o porque corrompen, o porque se parecen a la naturaleza del universo, o porque sirven en el gobierno oligárquico eligiendo por medio de ellas». Dice Pitágoras que no se recojan las cosas caídas, a fin de acostumbrarse a no comer sin templanza y parsimonia. Aristófanes dice que las cosas que caen son para los héroes, escribiendo así en sus Héroes:

No comáis lo que cae de la mesa

Que debemos abstenernos de gallo blanco, por estar consagrado a Júpiter (y el color blanco es propio de los buenos) y a la luna, y además señala las horas. Que no se coman los peces sacros, pues no conviene dar una comida misma a los dioses y a los hombres, como ni a los libres y a los esclavos. Que la cosa blanca es de la naturaleza de lo bueno; la negra, de la naturaleza de lo malo.
23. Que no se debe romper el pan, pues antiguamente concurrían en uno los amigos a comerlo, como ahora los bárbaros, y no se ha de dividir aquello que une y congrega los amigos. Algunos lo entienden del juicio del infierno; otros, de que en la guerra causa miedo, y otros, de que por éste comienza todo. Que de las figuras sólidas la esfera es la más hermosa; de las planas, el círculo. Que la senectud y lo que está sujeto a disminución son semejantes; y lo mismo es lo que recibe incremento y de la juventud. Que la sanidad es la perseverancia de la belleza y aspecto; la enfermedad, la corrupción o pérdida de ellos. De la sal decía que conviene ponerla en las cosas, porque hace acordar de la justicia, pues conserva cuanto ocupa y penetra, y se hace de cosas purísimas, a saber, agua y mar.
24. Hasta aquí lo que Alejandro dice haber hallado en los Comentarios pitagóricos, y unido a ello lo que dice Aristóteles. En cuanto a la gravedad y modestia de Pitágoras, ni aun Timón, que en sus Sátiras procura morderlo, la omitió pues habla de esta forma:

Pitágoras la magia abandonando,
al dogma se transfiere,
y deleita a los hombres
con sus discursos sólidos y graves.

Que Pitágoras fue diversas personas en diversos tiempos lo testifica Jenófanes en la elegía que empieza:

Mudo de asunto y el camino enseño, etc.

Lo que de él dice es:

Hallándose presente
cierta vez que a un perrito castigaban,
se refiere que dijo:
«Cesa de apalearlo, que es el alma
de un amigo; en el eco lo conozco.»

Esto dice Jenófanes. También lo burla Cratino en su Pitagorizusa; en sus Tarentinos habla así:

Cuando algún idiota viene a ellos,
para experimentarlo,
acostumbran turbarlo y confundirlo
a fuerza de argumentos, objeciones,
falacias, traslaciones, paridades,
y extraordinarias cosas,
con sutileza grande y maestría.

Mnesíaco, en su Alcmeón:

Como los pitagóricos a Apolo,
así sacrificamos,
sin comer cosa alguna que alma tenga.

Aristófanes, en su Pitagorista:

—Y decía que habiendo descendido
al congreso de aquella
mansión de los que habitan allá abajo,
gentes de todas clases visto había.
Pero muy diferentes
de los otros difuntos
que son los pitagóricos, contaba:
pues comen con Platón por religiosos.
—Ese dios debe ser afable y llano,
pues gusta del comercio
con huéspedes tan llenos de basura.

Y en el mismo drama:

...Y solamente comen
hierbas, y beben agua encima de ellas.
Mas los piojos, del palio la sordicie,
y la asquerosidad de sus personas,
no la podrá sufrir joven alguno.

25. Murió Pitágoras en esta forma. Estando sentado con sus amigos en casa de Milón, sucedió que uno de los que no había querido admitir consigo pegó fuego a la casa por envidia. Pero algunos dicen que lo ejecutaron los mismos crotoniatas, temerosos de que les pusiese gobierno tiránico. Que habiendo Pitágoras escapado del incendio, se entró en un campo de habas, y se paró allí diciendo: «Mejor es ser cogido que pisar estas habas», y «Mejor es ser muerto que hablar». Con esto descubrió la garganta a los que lo seguían. Así que fueron muertos muchos de sus discípulos, hasta en número de cuarenta, y huyeron otros pocos, de cuyo número fueron Arquitas Tarentino y Lisis, antes nombrado. Dicearco escribe que Pitágoras murió fugitivo en el templo de las Musas que hay en Metaponto, habiendo permanecido allí sin comer cuarenta días. Pero Heráclides, después de haber dado sepultura en Delos a Ferecides, se volvió a Italia; y como hallase un gran convite en casa de Milón Crotoniata, partió a Metaponto; y que no queriendo ya vivir más, murió allí privándose de la comida.
26. Hermipo dice que, estando en guerra agrigentinos y Siracusanos, salió Pitágoras con sus discípulos y secuaces en favor de los agrigentinos; y que derrotados éstos, iba girando junto a un campo de habas, donde lo mataron los siracusanos. Los demás hasta treinta y cinco fueron quemados en Tarento, queriendo oponerse a los primeros ciudadanos en el gobierno de la república. Otra cosa dice también de Pitágoras Hermipo, y es: «Que pasado a Italia, se hizo una habitación subterránea y mandó a su madre notase por escrito cuanto sucedía, señalando también el tiempo; luego se entró en el subterráneo, dándole su madre escritas cuantas cosas acaecían fuera. Que pasado tiempo, salió Pitágoras flaco y macilento, y congregando gentes dijo que volvía del infierno, y les iba contando las cosas acontecidas. Que los oyentes, conmovidos de lo que había dicho, prorrumpiendo en lágrimas y lamentos, y creyeron en Pitágoras algo divino, de manera que le entregaron sus mujeres para que aprendiesen sus preceptos; de donde vino que fueron llamadas Pitagóricas. Hasta aquí Hermipo.
27. La mujer de Pitágoras se llamaba Teano, hija de Brotino Crotoniata; bien que algunos la hacen mujer de Brotino y discípula de Pitágoras. Tenía también una hija llamada Damo, como dice Lisis en la Epístola a Hiparco, hablando de Pitágoras en esta forma: «Dicen muchos que tú filosofas popularmente, lo cual tenía Pitágoras por cosa impropia e indigna; el cual, encargando a su hija Damo sus Comentarios, mandó que a nadie fuera de casa los confiase; y ella, pudiendo venderlos por mucho dinero, no quiso, teniendo por más preciosa que el oro la pobreza junta con los preceptos de su padre, y esto siendo mujer.»
28. Tuvo también un hijo llamado Telauges, que sucedió a su padre, y según algunos, fue maestro de Empédocles. Hipoboto refiere que Empédocles dijo a Telauges: «Ilustre hijo de Teano y de Pitágoras.» Ningún escrito dejó Telauges; pero quedan algunos de su madre, Teano. Dicen que preguntada ésta cuándo está la mujer limpia de hombre, respondió: «Del propio, aun estando con él; del ajeno, nunca.» A la mujer que había de dormir con su marido la amonestaba a que «con los vestidos dejase también el empacho, y en levantándose lo volviese a tomar junto con ellos». Preguntada entonces qué cosas eran éstas, respondió: «Aquellas por las cuales me llamo mujer.»
29. Pitágoras, finalmente, como escribe Heráclides, hijo de Serapión, murió octogenario, según la división de edades que él tenía hecha; pero según otros, murió a los noventa años de edad. Hay unos epigramas míos a él, que son los siguientes:

No sólo tú, Pitágoras, dejaste
de comer de las cosas animadas,
si que todos también nos abstenemos.
¿Quién hay, di, que devore cosas vivas?
Cuando ya están salpimentadas,
entonces, ya sin alma, las comemos.

Otro:

Era cierto, Pitágoras tal sabio,
que para sí las carnes no tocaba,
diciendo no era justo.
Pero admira las diese francamente
que las comiesen otros;
pues si él injusto no era,
que los otros lo fuesen permitía.

Otro:

Si conocer deseas el juicio
de Pitágoras, mira atentamente
del escudo de Euforio el claro centro.
Él decía: «Fui un tiempo
este mismo mortal que antes no era.»
Así, que eternamente
«Soy éste, éste no soy», iba diciendo.
Y otros sobre su muerte:
Pitágoras, ¡ay, ay!, ¿por qué obsequioso
respetaste las habas?
él, en suma, murió con sus secuaces.
Había un campo de habas; se detuvo
fuera, por no pisarlas,
y los agrigentinos
en un trivio la vida le quitaron.

Floreció en la Olimpíada LX; y su escuela duró hasta diecinueve generaciones o sucesiones. Los últimos pitagóricos fueron Jenófilo Caldiciense de Tracia, Fanto Fliasio, Equecrates, Diocles y Polimnesto, también fliasios, a quienes alcanzó Aristójenes, puesto que eran discípulos de Filolao y de Eurito, tarentinos.
30. Hubo cuatro Pitágoras contemporáneos, no muy desemejantes entre sí. Uno fue crotoniata, hombre tiránico. Otro, fliasio, ejercitador de atletas o bien ungidor de éstos, como quieren algunos. El tercero, zacintio, cuyos son los Arcanos filosóficos, y que fue maestro de ellos; del cual vino el proverbio: él lo dijo. Hay quien dice que hubo  Pitágoras Regino, escultor, el cual parece fue el primero que halló la euritmia y simetría conjeturando y discurriendo. Otro, también escultor, samio; otro, orador malo; y otro, médico, que escribió De los tumores, y compuso algo acerca de Homero; y otro, finalmente, que escribió en dialecto dórico, como refiere Dionisio. Eratóstenes dice (según escribe Favorino en su Historia varia, libro VIII) que éste fue el primero que en la Olimpíada XLVIII fue un púgil muy diestro, llevando todavía cabellera y clámide purpúrea; pues habiendo sido arrojado así de la escuela de los muchachos por escarnio y burla, se fue luego a buscar a los hombres luchadores y los venció. Hay a éste un epigrama muy sencillo que compuso Teeteto, y es:

Si a Pitágoras Samio, oh peregrino,
conociste de oídas,
púgil noble, y criado, yo soy ese
Pitágoras que digo. Si mis hechos
a alguno preguntares,
dirás te cuenta cosas increíbles.

31. Favorino dice que, habiendo Pitágoras usado de las definiciones tomadas de las materias matemáticas, usó mucho más esto mismo Sócrates y los de su secta, y después de éstos Aristóteles y los estoicos. Que fue el primero que llamó mundo al cielo y redonda a la tierra. Pero Teofrasto lo atribuye a Parménides, y Zenón a Hesíodo. Dice que un tal Cidón le contradijo, como Antídoco a Sócrates.
32. Del Pitágoras atleta corría también el epigrama siguiente:

Este púgil imberbe
que a las luchas olímpicas se vino
de los juegos pueriles, es el samio
Pitágoras e hijo de Crateo.

De nuestro filósofo hay esta carta:

PITÁGORAS A ANAXÍMENES
«Si tú, oh varón grande, no excedieras a Pitágoras en nacimiento y gloria, sin duda hubieras ya dejado a Mileto para venirte a mí; pero te lo prohibe el esplendor de tu casa. Aun a mí me contuviera si me pareciera a Anaxímenes. Vosotros, que soléis abandonar las ciudades por causa de sueños, si lo hacéis así perderán el ornamento y les será más inminente el daño por parte de los medos. No es bien estar siempre discurriendo de los astros; importa más tomarse cuidado de la patria. Aun yo no siempre estoy en mis lucubraciones: también ando entre las guerras que mutuamente se hacen los italianos.»
33. Y por cuanto hemos tratado de Pitágoras, hablemos ahora ya de los más célebres pitagóricos. Después de éstos se tratará de aquellos de quienes algunos escriben en común, o sea esparcidamente; y por último añadiremos después la serie y sucesión de los más dignos y memorables hasta Epicuro, como dijimos arriba. De Teano y Telauges ya tratamos; hablemos ahora primero de Empédocles, puesto que, según algunos, fue discípulo de Pitágoras.

EMPÉDOCLES
1. Empédocles, como dice Hipoboto, hijo de Metón, que lo era de otro Empédocles, fue agrigentino. El mismo Hipoboto y Timeo, en el libro XV de sus Historias, dicen que Empédocles, abuelo del poeta, fue un varón insigne, y lo mismo atestigua Hermipo. No menos Heráclides, en el libro De las enfermedades, dice que su abuelo fue de una casa ilustre, y que criaba caballos. Igualmente Eratóstenes, en sus Olimpiónicos, dice por testimonio de Aristóteles que el padre de Metón venció en la Olimpíada LXXI. Apolodoro, gramático, dice en sus Crónicas que era hijo de Metón; y Glauco asegura que se pasó a los turios, colonia entonces recién fundada. Y más abajo dice que los que afirman que fugitivo de su casa se fue a Siracusa y militó con los siracusanos contra los atenienses, parece proceden con suma ignorancia, pues o ya no vivía entonces o era viejísimo. Lo cual no es verosímil, pues Aristóteles dice que él y Heráclito murieron de sesenta años, y el que venció a caballo en la Olimpíada LXXI tenía el mismo nombre. Así concuerda el tiempo Apolodoro.
2. Sátiro dice en las Vidas que Empédocles fue hijo de Exeneto; que dejó un hijo llamado también Exeneto, y que en la Olimpíada misma él venció a caballo, y su hijo en la lucha o bien en la carrera, como quiere Heráclides en el Epítome. Y yo hallo en los Comentarios de Favorino que Empédocles inmoló a los espectadores un buey de miel y harina, y que tuvo en hermano a Calicrátides. Telauges, hijo de Pitágoras, en su carta a Filolao, dice que Empédocles fue hijo de Arquinomo. Que fue de Agrigento en Sicilia, lo dice él mismo al principio de sus Lustraciones:

¡Oh vosotros amigos
que habitáis la ciudad ilustre y grande,
de alcázares excelsos,
del dorado Acragante a las orillas!, etc.

Hasta aquí su descendencia.
3. Que fue discípulo de Pitágoras, lo escribe Timeo en el libro IX de sus Historias, diciendo que se le halló el plagio de cierto discurso (lo dice también Platón), y por ello se le prohibió concurrir a las lecciones, y que hace memoria de Pitágoras diciendo:

Había allí un varón Sabio en extremo,
riquísimo de bienes de la mente.

Algunos aseguran que esto lo dijo de Parménides. Neantes dice que los pitagóricos hasta Filolao y Empédocles se comunicaban mutuamente sus discursos; pero que luego que éste los publicó en verso, pusieron ley que no participara de ellos versista alguno. Lo mismo dicen sufrió Platón, pues también le fue negada la concurrencia. De quién de éstos fue discípulo Empédocles, no lo dijo; y la carta de Tealuges que corre, de que lo fue de Hipaso y de Brontino, no es fidedigna. Teofrasto dice que fue émulo de Parménides, y lo imitó en los poemas, pues también aquél publicó en verso un libro De la naturaleza. Hermipo dice que no fue émulo o imitador de Parménides, sino de Jenófanes, con quien vivió tiempo y lo imitó en los versos, y finalmente se pasó a los pitagóricos. Alcidamas dice en su Físico que en los tiempos mismos Zenón y Empédocles oyeron a Parménides, pero que al fin lo dejaron, y Zenón filosofó por sí mismo, y Empédocles oyó a Anaxágoras y a Pitágoras, imitando del uno la gravedad de vida y hábito, y del otro, la ciencia fisiológica.
4. Aristóteles en su Sofista dice que Empédocles fue inventor de la retórica, y Zenón, de la dialéctica. Y en el libro De poética llama homérico a Empédocles, grave y vehemente en la frase y en las metáforas, y que usó de todas las figuras poéticas. Y que además de otros poemas escribió el Tránsito de Jerjes y un Proemio a Apolo, y que después lo quemó todo una hermana suya o hija, como dice Jerónimo; el Proemio contra su voluntad; pero lo tocante a Persia lo quemó a sabiendas, por ser obra imperfecta. Dice asimismo que también escribió tragedias y asuntos de política. Pero Heráclides, hijo de Serapión, asegura que las tragedias son de otro Empédocles. Jerónimo dice haber visto cuarenta y tres suyas, y Neantes, que las escribió siendo joven y las halló después.
5. Sátiro escribe en las Vidas que también fue médico y orador excelente, y que fue discípulo suyo Georgias Leontino, varón eminente en la retórica, el cual nos dejó un Arte de ella, y que, según escribe Apolodoro en sus Crónicas, vivió ciento nueve años. El mismo Sátiro refiere que Georgias dijo había estado presente cuando Empédocles ejercitaba sus encantamientos. Y aun lo anuncia así él mismo en sus poesías, entre otras muchas cosas, diciendo:

Oirásme tú solo
beneficios, prestigios, amuletos
que la vejez ahuyenten y los males.
Enfrenarás la furia de los vientos
inquietos y perennes,
los cuales, excitados con sus soplos
sobre la madre tierra, la devastan,
y destruyen del campo las labores.
Si acaso se aplacaren,
harás que se levanten nuevamente.
Un temporal oscuro
lo volverás del hombre alegre calma.
A la agostada y árida sequía
darás aguas suaves
que fecundicen árboles y frutos;
aun soplos les darás que los oreen.
Finalmente, del Orco a nueva vida
las almas sacarás de los difuntos.

6. Dice Timeo, en el libro XVIII, que fue también varón admirado por muchas causas, pues soplando una vez con vehemencia los vientos etesios, tanto que destruían los frutos, mandó desollar asnos, hacer odres y ponerlos en los collados y vértices de los montes para coger el soplo. Cesando efectivamente, fue llamado Colusanema Heráclides dictó a Pausanias lo que escribió acerca de una mujer que no respiraba. Este Pausanias, como dicen Aristipo y Sátiro, era su bardaja, y le dedicó sus libros De la naturaleza en esta forma:

Óyeme tú, Pausanias,
hijo del sabio Anquito.

Compúsole también este epigrama:

Gela es ilustre patria de Pausanias,
hijo de Anquito, médico eminente,
que, cual nuevo Esculapio,
revocó del umbral de Proserpina
los míseros enfermos,
de mortales dolencias consumidos.

Y añade Heráclides que lo de la mujer que no respiraba fue que una se mantuvo treinta días sin respiración ni comida; y así lo llama médico y adivino, tomándolo de estos versos:

¡Oh amigos que habitáis la ciudad grande
del Acragante flavo a las orillas
y en el excelso monte, procurando
sus útiles negocios!, yo os saludo.
Yo, ya dios inmortal, entre vosotros
habito venerado dignamente,
ceñido con diademas y guirnaldas
vistosamente verdes y floridas,
con las cuales, andando las ciudades
florecientes y nobles,
seré adorado de hombres y mujeres,
y de gentes seguido, preguntando
cuál es y dónde se halla
el trillado camino para el lucro.
Seguiránme también los adivinos
que oráculos anuncian, y aun aquellos
que eterna fama buscan
curando toda suerte de dolencias.

7. Potamila dice que llama grande a Agrigento porque contenía 800.000 habitantes. Y así, como Empédocles los viese redundando en delicias, les dijo: «Los agrigentinos se deleitan como si hubieran de morir mañana, y edifican casas como si hubieran de vivir siempre.» Dicen que el rapsodista Cleomanes cantó en Olimpia sus Lustraciones; lo mismo confirma Favorino en sus Comentarios. Aristóteles escribe que fue libre y muy ajeno del mando, pues rehusó el reino que se le daba (como lo dice Janto en sus escritos sobre Empédocles), teniendo su frugalidad en mayor estima. Esto mismo refiere Timeo, poniendo también la causa de haber sido hombre tan popular y republicano. Dice que habiéndolo convidado uno de los magnates, sacaron de beber antes que la comida, y como los demás callasen, él no lo sufrió, sino que mandó sacarla; pero el convidador le dijo que estaba esperando al ministro del Senado. Luego que éste vino, fue hecho principal del convite, constituyéndolo así el convidante, y aparentando con ello una imagen de tiranía, pues mandaba al convidado o que bebiese o que se le vertiese la bebida en la cabeza. Calló entonces Empédocles; pero al día siguiente juntó Senado y condenó a los dos, quitando la vida al convidante y al príncipe del convite. éste fue el principio de haber entrado en el gobierno de la república.
8. Igualmente, como el médico Acrón pidiese al Senado sitio para construir un sepulcro a su padre, como el mayor de todos los médicos, concurriendo Empédocles lo prohibió; y entre las cosas que dijo acerca de la igualdad, le preguntó así: «Decid: ¿qué inscripción pondríamos a ese sepulcro? ¿Acaso ésta?:

¿A Acrón, médico sumo, agrigentino
hijo de un padre sumo, cubre y guarda
la excelsa sumidad de patria suma?»

Algunos leen el verso segundo así:

La sumidad extrema
de la suma vertiz la tumba tiene.

Dicen algunos que esto es de Simónides.
9. Posteriormente, Empédocles disolvió la Asamblea de los Mil, sustituyendo magistrado trienal, compuesto no sólo de los ricos, sino también de los instruidos en los negocios populares y plebeyos. Timeo, sin embargo, en sus libros I y II (pues hace memoria de él en muchos lugares), dice que se creyó era de ánimo contrario al gobierno republicano, cuando se ostenta tan jactancioso y amante de sí mismo en sus versos, diciendo:

Yo os saludo ya dios, que entre vosotros
vivo inmortal, a muerte no sujeto, etc.

Cuando concurría a los juegos olímpicos, todos lo miraban, y de nadie se hablaba tanto como de Empédocles en las conversaciones. Finalmente, cuando se volvió a poblar Agrigento, los parientes de sus contrarios se opusieron a que regresase allá, por lo cual se retiró al Peloponeso, y murió allí. No lo perdonó Timón, y le hace sus invectivas, diciendo:

Y Empédocles, hinchado,
con sus voces forenses
abarcó cuanto pudo siendo arconte.
Los magistrados que hizo
necesitaron de otros magistrados.

10. Acerca de su muerte hay variedad de opiniones. Heráclides, tratando de la mujer que no respiraba y de la celebridad que consiguió Empédocles con haber restituido la vida a una difunta, dice que ofreció sacrificio junto a la quinta de Pisianacte, convidando algunos de sus amigos, y Pausanias entre ellos. Concluido el convite, unos se volvieron, otros se acostaron bajo de los árboles vecinos, y otros en otras partes; pero él se quedó en el sitio mismo donde había cenado. Venida la mañana, levantándose todos, sólo él no fue hallado. Hecha pesquisa, examinados los criados y familiares, y respondido que nada sabían, hubo uno que dijo que a medianoche había oído una gran voz que había llamado a Empédocles, y que, habiéndose levantado, había visto una luz celeste, luminarias de teas, y nada más. Hallándose todos atónitos con lo sucedido, bajó Pausanias para enviar algunos que lo buscasen; pero luego fue prohibido hacer más diligencias, y dijo: «Que el suceso era muy conforme y consiguiente para ruegos; así, que convenía hacerle sacrificios como que ya era dios.»
11. Hermipo dice que hizo el sacrificio habiendo curado a una mujer agrigentina, llamada Pantea, desahuciada ya de los médicos, y añade fueron convidadas al sacrificio hasta ochenta personas. Hipoboto asegura que cuando se levantó se encaminó al Etna, y que habiendo llegado, se arrojó al volcán y desapareció, queriendo dejar fama de sí de haber sido hecho dios; pero después fue descubierto, arrojando fuera la fuerza de las llamas una de sus sandalias, que eran de bronce, de cuyo metal solía llevar el calzado. Pausanias, sin embargo, siempre contradijo esto. Diodoro Efesio, escribiendo de Anaximandro, dice que Empédocles fue su imitador, tomando la hinchazón trágica y hasta la gravedad de los vestidos.
12. Que habiendo acometido a los selinuncios un contagio de peste por el hecho de un no cercano corrompido, de modo que no sólo morían, sino que también se les dificultaban los partos a las mujeres, discurrió Empédocles conducir a él a costa suya dos de los ríos más inmediatos, con cuya mezcla se endulzaron las aguas. Cesada la peste, y hallándose los selinuncios banqueteando a las orillas del río, apareció allí Empédocles; y ellos, levantándose, lo adoraron como a dios y le ofrecieron sus votos. Así, queriendo confirmar esta opinión, se arrojó al fuego. Pero Timeo contradice a esto, diciendo abiertamente cómo Empédocles se retiró al Peloponeso y ya no volvió; por cuya razón es incierta su muerte. A Heráclides le contradice ex profeso en el libro IV, por cuanto Pitanacte dice fue siracusano y no tuvo quinta alguna en Agrigento. Y que Pausanias le construyó una memoria como amigo; pues divulgada aquella fama, como era hombre rico, le hizo una estatua pequeña, o bien una capilla como a dios. ¿Cómo se arrojaría al volcán quien, teniéndolo cercano, ninguna mención hizo de él? Así que murió en el Peloponeso.
13. Que no se vea su sepulcro, no es cosa extraña, pues tampoco se ven los de otros muchos. Después de haber alegado Timeo otras razones como éstas, añade: «Pero siempre Heráclides es paradójico en sus cosas, y escritor que afirma haber caído un hombre de la luna.» Hipoboto dice que la estatua de Empédocles estuvo al cubierto, primero en Agrigento, y después descubierta delante de la curia de los romanos, adonde éstos la trasladaron. De pincel todavía quedan algunas imágenes suyas. Neantes Ciziceno, uno de los que tratan de los pitagóricos, dice que muerto Metón, comenzó a germinar la tiranía, y que entonces Empédocles indujo a los agrigentinos a que, dejadas las sediciones, usasen la igualdad de gobierno. Además, que a muchas hijas de los ciudadanos, las cuales carecían de dote, las dotó de propio, como era rico. Y aún por eso vestía púrpura y se ceñía con cíngulo de oro, como dice Favorino en el primero de sus Comentarios. Que llevaba también sandalias de bronce y corona deifica. Que tenía el pelo muy largo, llevaba detrás muchachos de servicio, y siempre se dejó ver tan severo y en un estado mismo. Que de esta forma salía siempre que los ciudadanos iban a buscarlo, y aún veneran esto en él como a insignia regia. Que después, yendo en coche a Mesina por causa de cierta festividad, cayó y se quebró un muslo, y enfermando de resultas, murió, siendo de setenta y siete años. Y, finalmente, que su sepulcro está en Megara. En orden a los años que vivió, Aristóteles difiere de los otros, pues dice murió de sesenta; los demás, que vivió ciento nueve. Floreció hacia la Olimpíada LXXXIV.
14. Demetrio de Trezene, en el libro Contra los sofistas, dice por estos versos de Homero que

Cogió una soga, atósela al gaznate,
y se colgó en la copa más excelsa
de un altísimo guindo, desde donde
a los infiernos descendió su alma.

Y en la carta que dijimos de Telauges se refiere que, siendo ya viejo, cayó en el mar, y murió. Esto por lo tocante a su muerte. En mi Panmetro hay unos epigramas jocosos a él, que son los siguientes:

Tú también, tú, Empédocles, otro tiempo,
sorbiéndote la llama transparente
de inmortales ardores,
purificaste el cuerpo.
No diré que te echaste voluntario
del Etna entre los ígneos manantiales;
pero sí que queriendo
desaparecer, caíste no queriendo.

Otro:

Es fama que Empédocles
cayó del carruaje en un camino,
y quebrándose un muslo, murió de ello.
Si al Etna se arrojó, si sus ardores
sorbió, ¿de qué manera
aún vemos en Megara su sepulcro?

15. Sus dogmas son éstos: «Los elementos son cuatro: fuego; agua, tierra y aire; la Concordia con que se unen, y Discordia con que se separan», pues habla así:
Albo Jove, alma Juno, Pluto y Nestis,
que en llanto anega sus humanos ojos.
Entiende por Jove el fuego, por Juno la tierra, por Plutón el aire, y por Nestis el agua; y dice que estos elementos alternan con perpetua vicisitud, se aquietan nunca, y este orden es eterno. Infiere, finalmente, que

La Concordia unas veces
los amista y en uno los compone;
otros, por el contrario, la Discordia
a todos los separa y enemista.

Dice que el sol es una gran masa de fuego y mayor que la luna. Que ésta es semejante a un disco; el cielo al cristal, y que el alma se viste de toda especie de animales y plantas; pues dice:
Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo;
fui planta, ave también, fui pez marino.
Lo que escribió de Física y De las Ilustraciones asciende a cinco mil versos; lo de Medicina, a seis mil. De sus tragedias ya hablamos arriba.

EPICARMO
1. Epicarmo, hijo de Elótalo, natural de Cos, fue también discípulo de Pitágoras. A los tres meses de edad fue llevado a Megara de Sicilia, y de allí a Siracusa, como lo dice él mismo en sus obras. Hiciéronle estos versos, puestos al pie de su estatua:
Cuanto del grande sol los resplandores
en luz exceden los lucientes astros;
cuanto del mar la fuerza
es mayor que la fuerza de los ríos,
tal la sabiduría de Epicarmo
(a quien orla su patria Siracusa)
excede las demás sabidurías.
Dejó Comentarios, en los cuales trata cosas filosóficas, sentenciosas y de medicina. A muchos de estos Comentarios pone versículos acrósticos, con los cuales manifiesta que aquellos escritos son suyos. Murió de noventa años.

ARQUITAS
1. Arquitas, tarentino, hijo de Mneságoras, o según Aristójenes, de Hestico, fue también pitagórico. éste es quien libró a Platón cuando Dionisio quería matarlo, recomendándoselo por cartas. Fue admirado de muchos en todas las virtudes; y gobernó siete veces a sus ciudadanos, cuando los demás no gobernaban más de un año por prohibirlo la ley. Platón le escribió dos cartas en respuesta de la que él le había escrito antes, la cual es del tenor siguiente:

«ARQUITAS A PLATÓN: SALUD
«Haces bien de significarme por cartas el haberte librado de tu enfermedad, lo cual ya me lo había anunciado Damesco. Acerca de los Comentarios he practicado las diligencias, y pasé a Lucania y hallé los parientes de Ocelo. Lo que escribió De la ley, Del remar, De la sanidad y De la generación del universo, ya lo tengo, y te envío algo; los otros escritos no se hallan por ahora; irán a ti luego que comparezcan.» Así escribió Arquitas. Platón respondió de esta forma:

«PLATÓN A ARQUITAS: OBRAR BIEN
«Los Comentarios que me han venido de tu mano los he recibido con el mayor gusto, y he admirado en extremo a su autor. Muéstrasenos éste un varón muy digno de sus ascendientes y mayores, que, según dicen, fueron mireos, y éstos fueron de aquellos troyanos que transmigraron con Laomedonte, hombres buenos, como nos significan las historias. Los Comentarios míos que me pides en tu carta están todavía imperfectos: te los envío así como están. Acerca de su conservación, ambos pensamos de un mismo modo; y así no necesita encargarlo. Vale.» éste es el tenor de sus mutuas epístolas.
2. Hubo cuatro Arquitas: el primero, este de quien hablamos. El segundo, un músico de Mitilene. El tercero fue escritor de agricultura; y el cuarto, poeta epigramático. Algunos hacen quinto a un arquitecto, de quien hay un libro de máquinas cuyo principio es: Estas cosas las he oído de Teucro, cartaginés. Del músico se cuenta que notándole que su voz no se oía, dijo: «Pero el instrumento me defiende y habla por mí.» Del Arquitas pitagórico dice Aristójenes que siendo capitán, nunca su ejército fue vencido; pero luego que cediendo a la envidia dejó el mando, cayó el ejército en poder del enemigo.
3. Nuestro Arquitas fue el primero que trató de mecánica por principios mecánicos, y el primero que dio movimiento orgánico a una figura geométrica, procurando hallar por medio del semicilindro dos medios proporcionales para la duplicación del cubo, como dice Platón en su República.

ALCMEÓN
1. Alcmeón, crotoniata, también fue discípulo de Pitágoras. Trata por lo común cosas de medicina, aunque justamente disputa algo de fisiología, diciendo que  ordinariamente son dos los géneros de las cosas humanas. Parece es el primero que escribió del orden de la naturaleza, como dice Favorino en su Historia varia, y que afirmó que la naturaleza de la luna es eterna. Fue hijo de Pirito, como él mismo dice al comenzar su libro: «Alcmeón, crotoniata, hijo de Pirito, pronuncia de este modo a Brontino, León y Batilo. De las cosas invisibles y de las mortales tienen los dioses pleno conocimiento, en cuanto podemos alcanzar los hombres», etcétera. Dijo también que el alma es inmortal y está en movimiento continuo como el sol.

HIPASO
1. Hipaso, metapontino, también pitagórico, dijo que «está determinado el tiempo de la transmutación del mundo; que el universo es infinito y está en perpetuo movimiento». Dice Demetrio en sus Colombroños que no dejó ningún escrito. Hubo dos Hipasos: éste y otro que describió en cinco libros la República de los lacedemonios.

FILOLAO
1. Filolao, crotoniata, fue igualmente pitagórico. Suyos eran los libros cuya compra encargó por carta Platón a Dión. Murió sospechoso de que quería introducir tiranía. Hay mío a él el epigrama siguiente:

Digo que una sospecha
es cosa de muchísima importancia,
pues por más que la cosa no imagines,
si a los demás parece la ejecutas,
caerás en las desdichas.
Así avino otro tiempo a Filolao,
que Crotona su patria le dio muerte
creyendo maquinaba tiranía.

2. Es de opinión que todas las cosas se hacen por necesidad y armonía. Y se le atribuye haber dicho el primero que la tierra gira circularmente; bien que algunos quieren fuese Hicetas Siracusano el primero que lo dijo. Escribió un libro, que es (según refiere Hermipo tomándolo de cierto escritor) aquel que Platón, habiendo pasado a Sicilia a estar con Dionisio, compró de los parientes de Filolao por cuarenta minas de plata alejandrinas, y que de este libro copió su Timeo. Otros dicen que Platón lo recibió habiendo intercedido con Dionisio por la libertad de un joven discípulo de Filolao que estaba preso. Demetrio, en sus Colombroños, dice que Filolao fue el primer pitagórico que publicó cuerpo de dogmas de esta escuela acerca de la naturaleza, cuyo principio es «La naturaleza en el mundo está coligadamente compuesta de infinitos y finitos, igualmente que el universo y cuanto a él contiene.»

EUDOXO
1. Eudoxo, hijo de Esquines, natural de Gnido, fue astrólogo, geómetra, médico y legislador. En la geometría fue discípulo de Arquitas, y en la medicina, de Filistión Siciliano, como dice Calimaco en sus Tablas. Soción, en las Sucesiones, dice que también oyó a Platón. Que siendo de veintitrés años de edad, y viéndose constituido en suma estrechez, movido de la celebridad del nombre socrático, partió a Atenas con Teomedonte, médico, el cual lo mantenía, y aún hay quien lo haga su bardaja. Desembarcó y se alojó en El Pireo, desde donde subía diariamente a la ciudad; y después de haber oído en ella a los sofistas, regresaba. Habiendo estado allí dos meses, volvió a su casa, de donde, siendo socorrido por sus amigos, se fue a Egipto con Crisipo, médico, llevando cartas de favor de Agesilao para Nectanabis, el cual lo recomendó a los sacerdotes. Que habiendo permanecido allí un año y cuatro meses, se rayó la primera barba y las cejas, y escribió, según algunos, un Octaérides. Pasó de allí a Cízico y Propóntide a profesar la Filosofía; de allí se fue a visitar a Mausolo; y de allí regresó a Atenas acompañado de un gran número de discípulos, sólo por dar envidia a Platón, como quieren algunos, porque en sus principios le había despedido. Algunos dicen que celebrando Platón un convite, como fuesen muchos los convidados, introdujo poner los triclinios en medio círculo. Nicómaco, el hijo de Aristóteles, dice que Eudoxo llama bien al deleite.
2. Fue recibido en su patria con sumo honor, como consta por el decreto que de él dio; ni fue menos celebrado entre los griegos. Escribió Leyes a sus conciudadanos, como dice Hermipo en su libro IV De los siete sabios; Tratados de Astrología, De Geometría, y algunas otras cosas excelentes. Tuvo tres hijas, Actis, Filtis, Delfis. Eratóstenes, en sus libros a Batón dice que Eudoxo compuso Diálogos cínicos. Otros sienten que los habían escrito los egipcios en su lengua, y que él no hizo más que traducirlos en griego. Crisipo Gnidio, hijo de Erineo, oyó de él lo que escribió acerca de los dioses, del mundo y de los meteoros. En la medicina fue discípulo de Filistón Sículo, y dejó bellísimos Comentarios. Fue hijo suyo Aristágoras, cuyo discípulo fue Crisipo, hijo de Aetlio, del cual quedan escritos médicos acerca de los ojos, compuestos accidentalmente mientras estaba meditando en cosas naturales.
3. Hubo tres Eudoxos. El primero, éste mismo; el segundo fue rodio e historiador; el tercero, siciliano, hijo de Agatocles, poeta cómico, el cual venció tres veces en los certámenes urbanos y cinco en los leneos, como dice Apolodoro en sus Crónicas. Otro hallamos que fue médico de Gnidio, del cual Eudoxo, en su Circunferencia de la tierra, dice que solía siempre amonestar a mover con frecuencia los miembros y articulaciones en todo género de ejercicios, y lo mismo los sentidos. éste mismo refiere que Eudoxo Gnidio floreció hacia la Olimpíada CIII, y que inventó lo que pertenece a líneas curvas. Murió a los cincuenta y tres años de edad.
4. Cuando estaba en Egipto con Iconufi Heliopolitano, Apis le lamió en rededor todo el palio; de lo cual agoraron los sacerdotes que sería hombre célebre, pero de vida corta. Así lo dice Favorino en sus Comentarios. Mis versos a él son los siguientes:

Dicen que Eudoxo, cuando estuvo en Menfis,
su suerte saber quiso
de un buey hermoso, hermosamente astado.
Nada le respondió; porque ¿de dónde
había de venir al buey locuela?
No concedió Natura
habla al novillo Apis; pero supo
situarse oblicuamente a su costado
y lamerle la ropa,
enseñando con ello claramente
que moriría presto.
Y así fue: ni la muerte tardó mucho;
pues vino solamente mientras daban
sus cincuenta y tres giros las Vergilias.

Por lo célebre de su fama y nombre, en vez de Eudoxo solían llamarlo Ἔνδοξον (Endoxon).

5. Y por cuanto hemos tratado de los pitagóricos más célebres, hablemos ya de otros en general y esparcidamente, como dicen, y primero de Heráclito.

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