miércoles, 12 de marzo de 2014

DIÓGENES LAERCIO, VIDAS DE LOS FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES: LIBRO PRIMERO

DIÓGENES LAERCIO

VIDAS DE LOS FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES
LIBRO PRIMERO
PROEMIO

I Dicen algunos que la Filosofía, excepto el nombre, tuvo su origen entre los bárbaros; pues como dicen Aristóteles en su Mágico, y Soción, en el libro XXIII De las sucesiones, fueron los magos sus inventores entre los persas; los caldeos entre los asirios y babilonios; los gimnosofistas entre los indios; y entre los celtas y galos, los druidas, con los llamados semnoteos. Que Oco fue fenicio; Zamolxis, tracio; y Atlante, líbico. Los egipcios dicen que Vuleano, hijo del Nilo, fue quien dio principio a la Filosofía, y que sus profesores eran. sacerdotes y profetas. Que desde Vuleano hasta Alejandro Macedón pasaron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y tres años; en cuyo espacio hubo trescientos setenta y tres eclipses de sol, y ochocientos treinta y dos de luna. Desde los magos (el primero de los cuales fue Zoroastro, persa) hasta la destrucción de Troya pasaron cinco mil años, según Hermodoro Platónico en sus escritos de Matemáticas. Janto de Lidia pone seiscientos años desde Zoroastro hasta el pasaje de Jerjes, y dice que a Zoroastro sucedieron continuadamente otros muchos magos, a saber: Ostanas, Astrapsicos, Gobrias y Pazatas, hasta la destrucción de Persia por Alejandro.

II. Los que esto dicen atribuyen ignorantemente a los bárbaros las ilustres acciones de los griegos, de quienes tomó principio no sólo la. Filosofía, sino también el género humano. Ateniense fue Museo; tebano Lino. Museo fue hijo de Eumolpo, y según dicen, el primero que escribió en verso la Generación de los dioses, y De la esfera, como también que «todas las cosas proceden, de una y se resuelven en la misma». Dícese que murió en Falera, y se le puso por epitafio esta elegía:
En este monumento sepultado
guarda el suelo falérico a Museo,
hijo de Eumolpo, muerto cuanto al cuerpo.
Aun los eumólpidas de Atenas traen este apellido de Eumolpo, padre de Museo.

III. Lino dicen fue hijo de Mercurio y de la musa: Urania. Que escribió en verso l a creación del mundo. el curso del sol y de la luna y la generación de los animales y frutos. Su obra empieza así:
Hubo tiempo en que todo
fue criado unidamente
De donde, tornándolo Anaxágoras, dijo que «todas acosas fueron criadas a un tiempo y sobreviniendo la mente divina las puso en orden». Y que Lino murió en Eubea de una flecha que le tiró Apolo, y se le puso éste epitafio:
Yace aquí el cuerpo del tebano Lino,
cual hijo de la musa
Urania, hermosamente coronado.
De los griegos, pues, tomó principio la Filosofía, puesto que hasta en el nombre excluye todo origen bárbaro.

IV. Los que atribuyen su invención a los bárbaros citan a Orfeo Tracio, diciendo que fue filósofo, y muy antiguo. Yo no sé si conviene llamar filósofo a quien tales cosas dijo de los dioses; porque ¿qué nombra se puede dar a quien atribuye a los dioses todas las .pasiones humanas, y hasta aquellas sucias operaciones les por la boca que aun los hombres cometen raras veces?. Dice que murió despedazado por las mujeres: pero del epitafio que hay en Dión, ciudad de Macedonia, se ve que le mató un rayo. Dice así:
Aquí dieron las Musas sepultura
al tracio Orfeo con su lira de oro.
Jove, que reina en tronos celestiales,
con flecha ardiente le quitó la vida.
Estos que hacen derivar de los bárbaros la Filosofía exponen también el modo con que la trató con una de ellos. Dicen que los gimnosofistas y los druidas filosofaron, por enigmas y sentencias, que «se ha de adorar a Dios; que a nadie se ha de hacer daño, y que se ha de ejercitar la fortaleza». Clitarco, en el libro XII, añade que los gimnosofistas no temían la muerte; que los caldeos se ocupan en la Astronomía y predicciones, y los magos en el culto, sacrificios y deprecaciones a los dioses, como si sólo a ellos oyeran, y manifiestan su sentir en orden a la esencia y generación de los dioses mismos, creyendo que son el fuego, la tierra y el agua. Que no admiten sus simulacros) esculturas, y reprueban la opinión de los que dicen hay también diosas.

V. Soción, en el libro XXIII, dice que los magos tratan mucho de la Justicia; que tienen por impiedad quemar los cadáveres, y por cosa justa casar uno con, su madre o con su hija. Que ejercitan las adivinaciones y predicciones, y dicen que se les aparecen los dioses; que el aire está lleno de simulacros que, fluyendo de los cuerpos, suben con los vapores a los ojos de más aguda vista, y que prohiben los afeites dei rostro y vestir oro. Visten de blanco, duermen en tierra, comen hierbas, queso y pan ordinario; llevan una caña por báculo, y en su extremo ponen un queso y se lo van comiendo. Aristóteles dice en su Mágico que ignoran el arte de adivinar por encantos. Dícelo también Dinón en el libro IV de su Historia, y añade que Zoroastro fue muy aplicado a la observación de los astros, sacándolo por la significación de su nombre. Lo mismo escribe Hermodoro. Aristóteles, en el libro primero De la Filosofía, hace a los magos más antiguos que los egipcios, y que ponían dos principios en el mundo, que eran un genio bueno y otro malo, llamados el uno Júpiter y Orosmades, y el otro, Plutón y Arimanio. Dícenlo también Hermipo, en el libro primero De los magos; Eudoxo, en su Período, y Teopoinpo, en el libro VIII De la historia filípica.

VI. Dice éste, por sentencia de los magos, que «los hombres han de resucitar, y entonces serán inmortales. Y que las cosas existentes existen a beneficio de sus oraciones». Esto mismo refiere Eudemón de Rodas. Ecato dice, como doctrina de ellos, que «los dioses fueron engendrados». Clearco Solense escribe, en el libro De la enseñanza, que los gimnosofistas son descendencia de los magos. Algunos pretenden que de ellos descendían los judíos. Los que trataron de los magos reprenden a Herodoto; pues es falso que Jerjes dispara dardos contra el sol y que echase grillos en el mar como Herodoto dice, siendo así que los magos los tenían por dioses. Derribó, sí, sus estatuas y efigies.

VII. La filosofía de los egipcios acerca de los dioses y de la justicia dijeron ser ésta: que la materia fue el principio de las cosas, y que de ella procedieron después separadamente los cuatro elementos y los animales perfectos. Que el sol y la luna son dioses; aquel llamado Osiris; ésta, Isis; y que los expresan simbólicamente por la figura del escarabajo, del dragón, del gavilán y de otros animales». Dícenlo Manetón, en su Epítome de las cosas naturales, y Hecateo, en el libro primero de la Filosofía de los egipcios; añadiendo que «les edifican templos y esculpen tales efigies porque ignoran la de Dios; que el mundo fue criado, es corruptible y de figura esférica: que las estrellas son fuego, y por la templada mezcla de sus influjos da la tierra sus producciones; que la luna padece eclipse cuando entra en la sombra de la Tierra; que el alma permanece en el cuerpo cierto tiempo, y luego transmigra a otro; que la lluvia proviene de las mutaciones del aire». Otras muchas cosas disputan sobre: Fisiología, según es de ver en Hecateo y Aristágoras. Tienen también sus leyes sobre la Justicia, y las atribuyen a Mercurio. De los animales elevaron a dioses los que son útiles a los usos humanos. Y finalmente, haber sido ellos los inventores de la Geometría, Astrología y Aritmética. Esto baste de la invención de la Filosofía.

VIII. En cuanto al nombre, Pitágoras fue el primero que se lo impuso llamándose filósofo, estando en conversación familiar en Sición con Leontes, tirano de los sicioneses o fliaseos, como refiere Heráclides Póntico en el libro que escribió De la intercepción de la respiración. «Ninguno de los hombres -dijo Pitágoras- es sabio; lo es sólo Dios». Antes la Filosofía se llamaba sabiduría y sabio el que la profesaba habiendo llegado a lo sumo de su perfección; pero el que se dedicaba a ella se llamaba filósofo, aunque los sabio. Se llamaban también sofistas, y aun los poetas; pues Cratino, en su Arquíloco, citando a Homero y a Hesíodo, así los llama. Sabios fueron juzgados Tales, Solón, Periandro, Cleóbulo, Quilón, Biante y Pitaco. A éstos se agregan Anacarsis Escita, Misón Queneo, Ferecides Siro y Epiménides Cretense. Algunos añaden a Pisistrato Tirano. Éstos fueron los sabios.

IX. Las sectas o sucesiones de la Filosofía fueron dos: una desciende de Anaximandro, y otra de Pitágoras. Del primero fue maestro Tales; de Pitágoras, Ferecides. Esta secta se llamó jónica porque Tales, maestro de Anaximandro, fue de Jonia, nacido en Mileto; la otra se llamó italiana porque Pitágoras, su autor, vivió casi siempre en Italia. La secta jónica finaliza en Clitomaco, Crisipo y Teofrasto; la italiana, en Epicuro, pues a Tales sucedió Anaximandro; a éste, Anaximenes; a Anaximenes, Anaxágoras; a éste, Arquelao; a Arquelao, Sócrates, que fue inventor de la Moral. A Sócrates sucedieron sus discípulos, principalmente Platón, instituidor de la Academia primitiva. A Platón sucedieron Espeusipo y Jenócrates; a éste se siguió Polemón; a Polemón, Crantor y Crates; a éste, Arcesilao, que introdujo la Academia media; a Arcesilao sucedió Lacides, inventor de la Academia nueva; a Lacides sucedió Carnéades; y a Carnéades, Clitómaco. De este modo acaba en Clitómaco la secta jónica.

X. En Crispo terminó de la manera siguiente: a Sócrates sucedió Antístenes; a éste, Diógenes Cínico; a Diógenes, Crates Tebano; a Crates, Zenón Citio; a Zenón, Cleantes, y a Cleantes, Crisipo. Por último, en Teofrasto acabó así: a Platón sucedió Aristóteles, y a Aristóteles, Teofrasto. De este modo dio fin la secta jónica. La italiana, del modo siguiente: a Ferecides sucedió Pitágoras; a Pitágoras, Telauges, su hijo; a éste, Jenófanes; a Jenófanes, Parménides; a Parménides, Zenón de Elea; a éste, Leucipo, y a Leucipo, Demócrito. A Demócrito sucedieron muchos; pero los más célebres son Nausifanes y Naucides, a los cuales sucedió Epicuro.

XI. De los filósofos, unos se llamaron dogmáticos; otros efécticos. Los dogmáticos enseñan las cosas como comprensibles. Los efécticos se abstienen de ello, suponiéndolo todo incomprensible. Algunos de ellos nos han dejado escritos; otros, nada escribieron. Entre estos últimos suelen contarse Sócrates, Estilpón, Filipo, Menedemo, Pirro, Teodoro, Carnéades, Brisón, y, según :algunos, también Pitágoras y Aristón Quío, que sólo escribieron algunas cartas. Otros dejaron un escrito so lo cada uno, como Meliso, Parménides, y Anaxágora: Zenón escribió mucho; .Jenófanes, más que él; más que éste, Demócrito; Aristóteles, más que Demócrito; excedióle Epicuro; y a éste superó Crisipo.

XII. Tomaron los filósofos sus apellidos, unos di pueblos, como los eleenses, megarenses, erétricos y cirenaicos. Otros los tomaron de algunos parajes, como lo, académicos y los estoicos; otros, de algunas circunstancias, como los peripatéticos; otros, de sus cavilaciones como los cínicos; otros, de ciertas afecciones, como lo: eudemónicos; otros, finalmente, de su opinión, como los llamados filaletes, los eclécticos y los analogéticos Algunos toman nombres de sus maestros, como lo: socráticos, epicúreos y semejantes; otros, se llamaron físicos, por haber escrito de Física; otros, morales, por la doctrina moral que enseñaron; otros, finalmente se llaman dialécticos por ejercitarse en sutilezas y argumentos.

XIII. Tres son, pues, las partes de la Filosofía: Física, Moral y Dialéctica. La Física trata del universo y de las cosas que contiene; la Moral, de la vida humana y cosas a nosotros pertenecientes; y la Dialéctica examina las razones de ambas. Hasta Arquíloco reiné la Física. De Sócrates, como ya dije, comenzó la Moral. y de Zenón de Elea, la Dialéctica. De la Moral hube diez sectas, que son: la académica, la cirenaica, la elíaca, la megárica, la cínica, la erétrica, la dialéctica, la peripatética, la estoica y la epicúrea.

XIV. Platón fue el fundador de la Academia primitiva; de la media, Aroesilao; y de la nueva, Lacides. De la secta cirenaica lo fue Aristipo de Cirene; de la elíaca, Fedón de Elea; de la megárica, Euclides Megarense; de la cínica, Antístenes Ateniense; de la erétrica, Menedemo de Eritrea; de la dialéctica, Clitómaco Cartaginés; de la peripatética, Aristóteles Estagirita; de la estoica, Zenón Citio; y, finalmente, la epicúrea se llama así de su autor Epicuro.

XV. Hipoboto, en su tratado De las sectas filosóficas. dice que éstas fueron nueve: primera, la megárica; segunda, la erétrica; tercer, la cirenaica; cuarta, la epicúrea; quinta, la anniceria; sexta, la teodórica; séptima, la zenónica o estoica; octava, la académica antigua; y novena, la peripatética. De la cínica, eleática y dialéctica no hace memoria. La pirrónica se estima poco por su oscuridad, diciendo unos que es secta, y otros que no lo es. Parece lo es, dicen: pues llamamos secta a aquella que sigue, o tiene todas las apariencias de seguir, alguna norma de vida; por cuya razón podemos muy bien llamar secta a la de los escépticos. Pero si por secta entendemos la propensión a los dogmas que tienen séquito, no se podrá llamar secta, puesto que carece de dogmas. Hasta aquí de los principios, sucesiones, varias partes y número de sectas que tuvo la Filosofía. Aunque no mucho tiempo ha que Potamón Alejandrino introdujo la secta electiva, eligiendo de cada una de las otras lo que le gustó más. Fue de opinión, según escribe en sus Instituciones, que son dos los modos de indagar la verdad. El primero es aquel con que formamos juicio, y éste es el principal. El otro es aquel por medio de quien lo formamos, como con una exactísima imagen. Que la causa material y eficiente, la acción y el lugar son el principio de las cosas; pues siempre inquirimos de qué, por quién, cuáles son y en dónde se hacen. «Y el fin a que deben dirigirse todas las cosas es -dice- la vida perfecta por medio de todas las virtudes, incluso los bienes naturales y adventicios del cuerpo». Pero tratemos ya de los filósofos, y sea el primero

TALES

1. Tales, según escriben Herodoto, Duris y Demócrito, tuvo por padre a Examio, y por madre a Cleobulina, de la familia de los Telidas, que son fenicios muy nobles descendientes de Cadmo y de Agenor, como dice también Platón. Fue el primero que tuvo el nombre de sabio, cuando se nombraron así los siete, siendo arconte en Atenas Damasipo, según escribe Demetrio Falero en el Catálogo de los arcontes. Fue hecho ciudadano de Mileto, habiendo ido allá en compañía de Neleo, que fue echado de Fenicia; o bien, como dicen muchos, fue natural de la misma Mileto y de sangre noble.

2. Después de los negocios públicos se dio a la especulación de la Naturaleza. Según algunos, nada dejó escrito; pues la Astrología náutica qué se le atribuye dicen es de Foco Samio. (Calímaco le hace inventor de la Ursa menor, diciendo en sus Yambos:
Del Carro fue inventor, cuyas estrellas
dan rumbo a los fenicios navegantes.)
Pero, según otros, escribió dos cosas que son: Del regreso del sol de un trópico a otro, y Del equinoccio;«lo demás -dijo- era fácil de entender.» Algunos, son de parecer fue el primero que cultivó la Astrología, y predicó los eclipses del sol y mudanzas del aire, como escribe Eudemón en su Historia astrológica; y que por esta causa lo celebraron tanto Jenófanes y Herodoto. Lo mismo atestiguan Heráclito y Demócrito.

3. Tiénenlo muchos por el primero que defendió la inmortalidad del alma; de este número es el poeta Querilo. Fue el primero que averiguó la carrera del sol de un trópico a otro; y el primero que, comparando la magnitud del sol con la de la luna, manifestó ser ésta setecientas veinte veces menor que aquél, como escriben algunos. El primero que llamó tpiakása (triacada) la tercera década del mes; y también el primero, según algunos, que disputó de la Naturaleza. Aristóteles les e Hipias dicen que Tales atribuyó alma a cosas inanimadas, demostrándolo por la piedra imán y por el electro. Pánfilo escribe que habiendo aprendido de los. egipcios la Geometría, inventó el triángulo rectángulo en un semicírculo, y que sacrificó un buey por el hallazgo. Otros, lo atribuyen a Pitágoras, uno de los cuales es Apolodoro logístico. También promovió mucho lo que dice Calímaco en su Yambos haber hallado Euforbo Frigio, a saber, el triángulo escaleno, y otra: cosas concernientes a la especulación de las líneas.

4. Parece que en asuntos de gobierno fueron su; consejos muy útiles; pues habiendo Creso enviado embajadores a los de Mileto solicitando su confederación en la guerra contra Ciro, lo estorbó Tales, lo cual, salido Ciro victorioso, fue la salvación de Mileto. Refiere Clitón que fue amante de la vida privada y solitaria como leemos en Heráclides. Dicen algunos que fue casado, y que tuvo un hijo llamado Cibiso; otros, afirman que vivió célibe, y adoptó un hijo de su hermana y que preguntado por qué no procreaba hijos, respondió que «por lo mucho que deseaba tenerlos». Cuéntase también que apretándole su madre a que se;. casase, respondió que «todavía era temprano»; y que pasados algunos años, urgiendo su madre con mayores instancias, dijo que «ya era tarde». Escribe Jerónimo de Rodas, en el libro II De las cosas memorables, que queriendo Tales manifestar la facilidad con que podía enriquecerse, como hubiese conocido que había de haber presto gran, cosecha de aceite, tomó en arriendo muchos olivares, y ganó muchísimo dinero.

5. Dijo que «el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus»Fue inventor de las estaciones del año, y asignó a éste trescientos sesenta y cinco días. No tuvo maestro alguno, excepto que viajando por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquella nación. Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra, proporcionándola con la nuestra cuando es igual al cuerpo. Y Minies afirma que vivió en compañía de Trasíbulo, tirano de Mileto.

6. Sabido es lo del trípode que hallaron en el mar unos pescadores, y el pueblo de Mileto lo envío a los sabios. 'Fue el caso que ciertos jóvenes jonios compraron a unos pescadores de Mileto un lance
 de red, y como en ella sacasen un trípode, se movió controversia sobre ello, hasta que los milesios consultaron el oráculo de Delfos, cuya deidad respondió:
¿A Febo preguntáis, prole milesia,
cúyo ha de ser el trípode? Pues dadle
a quien fuere el primero de los sabios.
Diéronlo, pues, a Tales; Tales lo dio a otro sabio; éste a otro, hasta que paró en Solón; el cual, diciendo que «Dios era el primer sabio», envió el trípode a Delfos.

7. De otra manera cuenta esto Calímaco en sus Yambos, como tomado de Leandrio Milesio. «Cierto arcade -dice- llamado Baticles, dejó una taza para que se diera al primero de los sabios. Habiéndola dado a Tales, y vuelta al mismo hecho el giro de los demás sabios, la dio a Apolo Didimeo, diciendo, según Calímaco:
Gobernando Nileo a los milesios
hizo a Dios Tales este don precioso
que dos veces había recibido.»
Lo cual, narrado en prosa, dice: «Tales Milesio, hijo de Examio, dedicó a Apolo Délfico este ilustre don que había recibido dos veces de los griegos». El que llevó la taza de unos sabios a otros era hijo de Batilo, y se llamaba Tirión, corno dice Eleusis en el libro De Aquiles, y Alejo Mindio en el nono De las cosas fabulosas.

8. Eudoxo Cnidio y Evantes Milesio dicen que Creso dio una copa de oro a cierto amigo para que la regalase al más sabio de Grecia, y que habiéndola da a Tales, de uno en otro sabio vino a parar a Quilón. Preguntado Apolo «quién fuese mas sabio que Quilón, respondió que Misón. De éste hablaremos más adelante. Eudoxo pone a Misón por Cleóbulo, y Platón lo pone por Periandro. La respuesta de Apolo fue:
Cierto Misón Eteo, hijo de Queno,
en la ciencia sublimo es mas perito.
Quien hizo la presunta fue Anacarsis. Démaco Plateense y Clearco dicen que Creso envío la taza a Pitaco, y de él giró por los otros sabios; pero Andrón; tratando del trípode afirma que los argivos pusieron el trípode por premio de la virtud al más sabio de los griegos y habiendo sido juzgado tal Aristodemo Esparciata, éste lo cedió a Quilón.
Hace Alceo memoria de Aristodemo en esta forma:
Pronunció el Esparciata Aristodemo
aquella nobilísima sentencia:
«El rico es sabio; el pobre, nunca bueno.»

9. Algunos dicen que Periandro envió a Trasíbulo tirano de Mileto, una nave cargada, y habiendo zozobrado en los mares de Cos, hallaron después el trípode, unos pescadores. Pero Fanódico escribe que fue hallado en el mar de Atenas, remitido a la ciudad, y por decreto público enviado a Biante. El porqué se dirá cuando tratemos de Biante. Otros dicen que lo fabricó Vulcano, y lo regaló a Pélope el día de sus nupcias; que vino a quedar en poder de Menelao; que lo robo Alejandro con Helena, y, finalmente, Lácenas lo arrojó al mar de Cos, diciendo que sería causa de discordia. Después, habiendo unos de los pescadores un lance de red y cogido el trípode, se movió contienda sobre ello. Llegaron a Coa las querellas; pero como nada se decidiese, dieron parte a Mileto, que era la capital. Enviaron los milesios comisionados para que ajustasen aquel negocio, pero no habiendo podido conseguirlo, tomaron las armas contra Cos. Viendo que morían muchos de una y otra parte dijo el oráculo «se diese el trípode al varón más sabio»,y ambas partes convinieron en darlo a Tales. Éste, después que circuyó por los demás y volvió a su mano lo dedicó a Apolo Didimeo. A los de Cos les dio oráculo esta respuesta:
No cesará de Cos y de Mileto
la famosa contienda, mientas tanto
que ese trípode de oro (que Vulcano
tiro al mar) no sacáis de vuestra patria
y llega a casa del varón que sepalo
pasado, presente y venidero.
Y a los milesios, dijo:
¿A Febo preguntáis, prole milesia...?
como ya dijimos. Pero de esto ya basta.

10. Hermipo en las Vidas atribuye a Tales lo que otros refieren de Sócrates. «Decía -escribe Hermipoque por tres cosas daba gracias a la fortuna: la primera, por haber nacido hombre y no bestia; segunda, varón y no mujer; tercera, ,riego y no bárbaro.» Refiérese que habiéndole una vieja sacado de casa para que observase las estrellas, cayó en un hoyo, y como se quejase de la caída, le dijo la vieja: «¡Oh, Tales, tú presumes ver lo que está en el cielo, cuando no ves lo que tienes a los pies!» Ya notó
Timón que fue muy aplicado a la Astronomía, y le nombra en sus Sátiras diciendo:
Así como el gran Tales
astrónomo fue y sabio entre los siete.
No escribió más, según dice Lobón Argivo, que hasta unos doscientos versos; y que a su retrato se pusieron éstos:
Tales es el presente a quien Mileto
en su seno nutrió; y hoy le dedica,
copio el mayor astrónomo, su imagen.
Entre los versos adomenos, éstos son de Tales:
Indicio y seña de ánimo prudente
nos da, quien habla poco.
Alguna cosa sabía,
alguna cosa ilustre elige siempre:
Quebrantarás así locuacidades.

11. Por suyas se cuentan estas sentencias: «De los seres, el más antiguo es Dios, por ser ingénito; el más hermoso es el mundo, por ser obra de Dios; el más grande es el espacio, porque lo encierra todo; el más veloz es el entendimiento, porque corre por todo; el más fuerte es la necesidad, porque todo lo vence; el más sabio es el tiempo, porque todo lo descubre». Dijo que «entre la muerte y la vida no hay diferencia alguna»; y arguyéndole uno diciendo: «Pues ¿por qué no te mueres tú?», respondió: «Porque no hay diferencia». A uno que deseaba saber quén fue primero, la noche o el día, respondió: «La noche fue un día antes que el día». Preguntándole otro si los dioses veían las injusticias de los hombres, respondió: «Y aun hasta los pensamientos». A un adúltero que le preguntó si juraría no haber adulterado, respondió: «Pues ¿no es peor el perjurio que el adulterio?»

12. Preguntado qué cosa es difícil, respondió: «El conocerse a sí mismo». Y también, qué cosa es fácil, dijo: «Dar consejo a otros». ¿Qué cosa es suavísima? «Conseguir lo que se desea». ¿Qué cosa es Dios? «Lo que no tiene principio ni fin». ¿Qué cosa vemos raras veces? «Un tirano viejo». ¿Cómo sufrirá uno más fácilmente los infortunios? «Viendo a sus enemigos peor tratados de la fortuna». ¿Cómo viviremos mejor y más santamente? «No cometiendo lo que reprendemos en otros». ¿Quién es feliz? «El sano de cuerpo, abundante en riquezas y dotado de entendimiento». Decía que «nos debemos acordar de los amigos ausentes tanto como de los presentes. Que no el hermosear el exterior es cosa loable, sino el adornar el espíritu con las ciencias». «No te enriquezcas decía también con injusticias; ni publiques secreto que se te ha fiado. El bien que hicieres a tus padres, espéralo de tus hijos. Fue de opinión que las inundaciones del Nilo son causadas por los vientos etesios que soplan contra la corriente.
13. Dice Apolodoro, en sus Crónicas, que Tales nació el año primero de la Olimpíada XXXV, y murió el setenta y ocho de su edad, o bien el noventa, habiendo fallecido en la Olimpíada LVIII, como escribe Sosícrates. Vivió en los tiempos de Creso, a quien prometió le haría pasar el río Halis sin puente, esto es, dirigiendo las aguas por otro álveo.

14. Demetro de Magnesia, en la obra que escribió de los Colombroños
, dice hubo otros cinco Tales. El primero fue un retórico calanciano, imitador despreciable; el segundo, un pintor sicionio muy ingenioso; el tercero, fue muy antiguo y del tiempo de Hesíodo, Homero y Licurgo; el cuarto, lo nombra Duris en su Libro de la Pintura; y el quinto, es moderno y de poco nombre, del cual hace memoria Dionisio en su Crítica.

15. Tales el sabio murió estando en unos espectáculos gimnásticos, afligido del calor, sed y debilidad propia, por ser ya viejo. En su sepulcro se puso este epigrarna:
Túmulo esclarecido, aunque pequeño,
es éste; pues encierra la grandeza
de los orbes celestes, que abreviados
tuvo en su entendimiento el sabio Tales.
Otro hay mío en el libro I de los Epigramas, o Colección de metros
, y es:
Las gimnásticas luchas observando
atento en el estadio el sabio Tales,
arrebatóle Júpiter Eleo.
Bien hizo en acercarle a las estrellas,
cuando por la vejez ya no podía
las estrellas mirar desde la tierra.
De Tales es aquella sentencia: «Conócete a ti mismo», aunque Antístenes, en las Sucesiones, dice es de Femonoe, y se la arrogó Quilón.

16. De los siete sabios, cuya memoria en general es y, digna de este lugar, se dice lo siguiente: Damón Cirineo, que escribió De los filósofos, los censura a todos; pero en especial a los siete. Anaximenes dice que más fueron afectos a la poesía que otra cosa. Dicearco, que no fueron sabios ni filósofos, sí sólo unos hombres expertos y legisladores. Dice también haber leído el Congreso de los siete sabios en presencia de Cipseto, que escribió Arquétimo Siracusano. Euforo refiere que se congregaron todos siete en presencia de Creso, excepto Tales. Otros dicen que también se hallaron juntos en Panionio
, en Corinto y en Delfos. Hay igualmente: variedad de opiniones sobre sus dichos o sentencias atribuyéndose unas mismas a diferentes, v gr., la siguiente:
Dijo el sabio Quilón Lacedemonio:
«Todo exceso es dañoso: obrar a tiempo
es el mejor obrar y más laudable.»

17. Dispútase también de su número; pues Leandrio pone a Leofante Gorsiada, natural de Lebedo o de Éfeso, y a Epiménides Cretense, en vez de Cleóbulo y Misón; Platón, en su Protágoras, pone a Misón por Periandro. Eforo, por Misón a Anacarsis; otro añaden a Pitágoras. Dicearco, por cónsentimiento general, pone cuatro, que son: Tales, Biante, Pitaco Solón. Luego nombra otros seis: Aristodemo, Pánfile Quilón Lacedemonio, Cleóbulo, Anacarsis y Periandrode los cuales elige tres. Algunos añaden a Acusilao y a Caba o Escabra Argivo. Hermijo, en su tratado De los sabios, pone diecisiete, y deja que el lector elija de ellos los siete que quiera. Son éstos: Solón, Tales, Pitaco, Biante; Quilón, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides, Leofanto, Ferecides, Aristodemo, Pitágoras, Laso (hijo de Carmantides o de Simbrino, o bien, según dice Aristoxeno, hijo de Cabrino Hermioneo) y Anaxágoras. Finalmente, Hipoboto, en su libro De los filósofos, los pone en el orden siguiente: Orfeo, Lino, Solón, Periandro, Anacarsis, Cleóbulo, Misón, Tale, Biante, Pitaco, Epicarmo y Pitágoras.

18. Atribúyense a Tales las epístolas siguientes:

TALES A FERECIDES
«He sabido eres el primer jonio que estás para publicar en Grecia un escrito acerca de las cosas divina. Acaso será mejor consejo publicar estas cosas por escrito que no fiarlas a algunos poros que no hagan mucho caso del bien común. Quisiera, si tienes gusto, me comunicaras lo que escribes; y aun si lo permites, pasaré a Sirón a verte, porque cierto no somos tan estólidos yo y Solón Ateniense, que habiendo navegado a Creta a fin de hacer nuestras observaciones, y a Egipto para comunicar con los sacerdotes y astrónomos, lo dejemos de hacer ahora para ir a verte. Irá, pues, Solón conmigo, si gustas, ya que tú, enamorado de ese país, pocas veces pasas a Jonia, ni solicitas la comunicación con los forasteros; antes bien, según pienso, el escribir es tu única ocupación. Nosotros, que nada escribimos, viajamos por Grecia y Asia.»

TALES A SOLÓN
19. «Si te vas de Atenas, creo puedes habitar con mucha comodidad en Mileto, como que es colonia vuestra, pues en ella no sufrirás molestia alguna. Si abominas los tiranos de Mileto, cono ejecutas con todos los demás tiranos, podrás vivir alegre en compañía de nosotros tus amigos. Biante te envió a decir pasases a Priena; si determinas vivir en Priena, iremos también nosotros a habitar contigo.»

SOLÓN

1. Solón, hijo de Execestides, natural de Salamina, quitó a los atenienses el gravamen que llamaban sisactia, que era una especie de redención de personas y bienes. Hacíase comercio de personas, y muchos servían por pobreza. Debíanse siete talentos al patrimonio de Solón; perdonó a los deudores, y movió a los demás con su ejemplo a ejecutar lo mismo. Esta ley se llamó sisactia, la razón de cuyo nombre es evidente. Pasó de allí a establecer otras leyes (cuyo catálogo sería largo de formar), y las publicó escritas en tablas de madera.

2. Célebre fue también otro hecho suyo. Disputábanse con las armas los atenienses y megarenses la isla de Salamina, su patria; hasta que habiéndose ya derramado mucha sangre, comenzó a ser delito capital en Atenas proponer la adquisición de Salamina por medio de las armas. Entonces Solón, fingiéndose loco repentinamente, salió coronado a la plaza, donde leyendo por medio de un pregonero a los atenienses ciertas elegías que había compuesto sobre Salamina los conmovió de modo que renovaron la guerra a los megarenses y los vencieron, por esta sutileza de Solón. Los versos con que principalmente indujo a los atenienses son éstos:
Primero que ateniense, ser quisiera
isleño folegandrio, o sicinita.
Aun por ellas la patria permutara,
puesto que ha de decirse entre los hombres:
«Este es un ateniense de los muchos
que a Salamina abandonada dejan.»
Y después:
Vamos a pelear por Salamina,
isla rica y preciosa, vindicando
el gran borrón que nuestro honor padece.

3. Indujo también a los atenienses a que tomasen; el Quersoneso Táurico. Para que no pareciese que los atenienses habían tomado a Salamina sólo por la fuerza, y no por derecho, abrió diferentes sepulcros, e hizo ver que los cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente, lo cual era rito de los atenienses en enterrar sus muertos. Lo mismo demostró por los edificios sepulcrales, construídos de cara al Oriente, y con lo: nombres de las familias esculpidos; lo cual era propio de los atenienses. Algunos dicen que al Catálogo
 de Homero, después del verso
Ayax de Salamina traía doce naves,
añadió el siguiente:
Y las puso donde estaban las falanges de los atenienses.

4. Desde entonces tuvo en su favor la plebe, y gustosa quisiera fuese su rey
; pero él no sólo no adhirió, sino que aun, como dice Sosícrates, se opuso vigorosamente a su pariente Pisístrato, cuando supo que procuraba tiranizar la República. Estando congregado el pueblo, salió en público armado con peto y escudo y manifestó los intentos de Pisístrato. No sólo esto, sino que aun se mostró dispuesto al socorro, diciendo: «Oh atenienses, yo soy entre vosotros más sabio que unos y más valeroso que otros; soy más sabio que los que no advierten lo que fragua Pisístrato, y más valeroso que los que lo conocen y callan por miedo». El Senado, que estaba por Pisístrato, decía que Solón estaba loco; pero él respondió:
Dentro de un breve tiempo, oh atenienses,
la verdad probará si estoy demente.
Los élegos que pronunció sobre la dominación tiránica que premeditaba Pisístrato, son éstos:
Como las nubes, nieves y granizos
arrojan truenos, rayos y centellas,
así en ciudad de muchos poderosos
caerá el ciego pueblo en servidumbre.
No queriendo, pues, Solón sujetarse a Pisístrato, que finalmente tiranizó la República, dejó las armas delante del Pretorio, diciendo: «¡Oh patria!, te he auxiliado con palabras y con obras». Navegó a Egipto y Chipre. Estuvo con Creso, y preguntándole éste a quién tenía por feliz, respondió que «a Tello Ateniense, a Cleobis y a Bito», con lo demás que de esto se cuenta. Dicen algunos que habiéndose adornado Creso una vez con toda clase de ornatos, y sentándose en su trono, le preguntó si había visto nunca espectáculo más bello, a que respondió:
«Lo había visto en los gallos, faisanes y pavos, pues éstos resplandecían con adornos naturales y maravillosa hermosura».

5. De aquí pasó a Cilicia; fundó una ciudad que de su nombre llamó Solos, y la pobló ele habitantes atenienses, los cuales, como andando el tiempo perdiesen en parte el idioma patrio, se dijo que solecizaban. De aquí se llamaron éstos solenses, y los de Chipre solios. Sabido que Pisístrato perseveraba en el reinado, escribió a los atenienses en esta forma:
Si oprimidos os veis, echad la culpa
sobre vosotros mismos, no a los dioses.
Dando a algunos poder, dando riquezas,
compráis la servidumbre más odiosa.
De ese varón os embelesa el habla,
y nada reparáis en sus acciones.
Hasta aquí Solón. Luego que Pisístrato supo su fuga, le escribió así:

PISISTRATO A SOLÓN
6. «Ni yo soy el primer ateniense que se alzó con el reino, ni me arrogo cosa que no me pertenezca, siendo descendiente de Cécrop. Tómome lo mismo que los atenienses juraron dar a Codro y sus descendientes, y no se lo dieron. Respecto a lo demás, en nada peco contra los dioses ni contra los hombres, pues gobierno según las leyes que tú mismo diste a los atenienses, observándose mejor así que por democracia. No permito se perjudique a nadie; y aunque rey, no me diferencio de la plebe, excepto la dignidad y honor, contentándome con los mismos estipendios dados a los que reinaron antes. Separa cada ateniense el diezmo de sus bienes, no para mí, sino a fin de que haya fondos para los gastos de los sacrificios público, utilidades comunes y guerras que puedan ofrecerse. No me quejo de ti porque anunciaste al pueblo mis designios, puesto que los ,anunciaste antes por bien de la República que por odio que me tengas, como también porque ignorabas la calidad de mi gobierno, pues a poder saberlo, acaso hubieras adherido a mi hecho, y no te hubieras ido. Vuelve, pues, a tu casa, y créeme aun sin juramento, que en Pisóstrato nada habrá ingrato para Solón. Sabes que ningún detrimento han padecido por mí ni aun mis enemigos. Si gustas ser uno de mis amigos, serás de les más ínfimos, pues no veo en ti ninguna infidelidad ni dolo. Pero si no quieres vivir en Atenas, haz como gustes, con tal que no estés ausente de la patria por causa mía.» Hasta aquí Pisístrato.

7. Dice Solón que «el término de la vida son setenta años». También parecen suyas estas ilustres leyes: «Quien no alimente a sus padres, sea infame, y lo mismo quien consuma su patrimonio en glotonerías. El que viviere ocioso, pueda ser acusado de quien acusarlo quiera.» Lisias dice, en la Oración que escribió contra Nicia, que Dracón fue quien dejó escrita dicha ley, y que Solón la promulgó. También, que, «quien hubiese padecido el nefas fuese removido del Tribunal».

8. Reformó los honores que se daban a los atletas, y estableció que a quien venciese en los olímpicos se le diesen quinientas dracmas; al que en los ístmicos, ciento; y así en los demás certámenes. Decía que ningún bien se seguía de engrandecer semejantes honores; antes bien, debían darse a los que hubiesen muerto en la guerra, criando e instruyendo sus hijos a expensas del público, pues con este estímulo se portan fuertes y valerosos en los combates; verbigracia, Policelo, Cinegiro, Calmaco y cuantos pelearon en Maratón. Lo propio digo de Harmodio, Aristogitón, Milcíades y otros infinitos. Pero los atletas y gladiadores, además de ser de mucho gasto, aun cuando vencen son perniciosos, y antes son coronados contra la patria que contra sus antagonistas. Y en la senectud
son ropa vieja, a quien dejó la trama,
como dice Eurípides. Por esta causa moderó Solón sus premios.

9. Fue también autor de aquella ilustre ley de que «el curador no cohabite con la madre de los pupilos», y que «no pueda ser curador aquel a quien pertenezcan los bienes de los pupilos, muertos éstos». También que «los grabadores de sellos en anillos, vendido uno, no retuviesen otro de igual grabado». Que «a quien sacase a un tuerto el ojo que le quedaba, se le sacasen los dos». Igualmente: «No tomes lo que no pusiste; quien hiciere lo contrario, sea reo de muerte». «El príncipe .que fuese hallado embriagado, sea condenado a pena capital.»

10. Escribió para que se coordinasen los poemas de Homero, a fin de que sus versos y contexto tuviesen entre sí mayor correlación. Solón, pues, ilustró más a Homero que Pisístrato, como dice Dieuquidas en el libro V de la historia Megárica. Los principales versos eran:
A Atenas poseían, etc.
Fue Solón el primero que llamó viejo y nuevo al último día del mes
, y el primero que estableció los nueve arcontes para sentenciar las causas, como escribe Apolonio en el libro II De los legisladores. Movida una sedición entre los de la ciudad, campestres y marinos por ninguna de las partes estuvo.

11. Decía que «las palabras son imagen de las obras. Rey, el de mayores fuerzas. Las leyes, como las telarañas; pues éstas enredan lo leve y de poca fuerza, pero lo mayor las rompe y se escapa. Que la palabra debe sellarse con el silencio, y el silencio con el tiempo. Que los que pueden mucho con los tiranos son como las notas numerales que usamos en los cómputos; pues así como cada una de. ellas ya vale más, ya menos, igualmente los tiranos exaltan a unos y abaten a otros.» Preguntado por qué no había puesto ley contra los parricidas, respondió: «Porque no espero los haya». ¿De qué forma no harán los hombres injusticias? «Aborreciéndolas los que no las padecen igualmente que los que las padecen.» Que «de las riquezas nace el fastidio, y del fastidio la insolencia»
. Dispuso que los atenienses contasen los días según el curso de la luna. Prohibió a Tespis la representación y enseñanza de tragedias, como una inútil falsilocuencia
 (34). y cuando Pisístrato se hirió a sí mismo, dijo Solón: «De allí provino esto».

12. Según dice Apolodoro en el libro De las sectas filosóficas, daba a los hombres esos consejos: «Ten por más fiel la probidad que el juramento. Piensa en acciones ilustres. No hagas amigos de presto, ni dejes los que ya hubieres hecho. Manda cuando hubieres ya aprendido a obedecer. No aconsejes lo más agradable, sino lo mejor. Toma por guía la razón. No te familiarices con los malos. Venera a los dios es. Honra a los padres.»

13. Dícese que habiendo Mimnermo escrito:
Ojalá que sin males ni dolencias,
que lo consumen todo, circunscriban
el curso de mi vida sesenta años,
le reprendió diciendo:
Si creerme quisieres, esto borra,
Mimnermo, y no te ofenda te corrija.
Refúndelo al momento, y así canta:
 «Mi vida se termine a los ochenta.»
Los adomenos
 que de Solón se celebran son:
Examina los hombres uno a uno,
y observa si con rostro placentero
ocultan falsedad sus corazones,
y si hablan con doblez palabras claras
de oscuro entendimiento precedidas.
Consta que escribió leyes, oraciones al pueblo, algunas exhortaciones para sí mismo, elegías, sobre las Repúblicas de Salamina y Atenas, hasta cinco mil versos: diversos yambos y épodos. A su retrato se puso este epigrama:
La ilustre Salamina, que del Medo
el orgullo abatió, fue dulce madre
del gran Solón, legislador divino.

14. Floreció principalmente cerca de la Olimpíada XLVI, en cuyo tercer año fue príncipe de los atenienses
, como dice Sosícrates, puesto que entonces instituyó las leyes. Murió en Chipre el año ochenta de su edad, dejando a los suyos orden de llevar sus huesos a Salamina, y reducidos a cenizas, esparcirlas por toda la ciudad. Por esta causa Cratino le hace hablar en su Quirón de esta manera:
Habitó, según dicen, esta isla,
por todo el pueblo de Ayax esparcido.
En mi mappérpo (Panmetro), ya citado
, en que procuré componer epigramas en toda especie de verso y ritmos acerca de todos los varones célebres en doctrina, hay sobre Solón uno que dice así:
De Solón Salaminio al frío cuerpo,
de Chipre el fuego convirtió en cenizas,
que de su patria en los fecundos campos
producirán ubérrimas espigas;
pero el alma ya fue derechamente
a la celeste patria conducida
por los ligeros ejes
, en que un tiempo
sus soberanas leyes dejó escrita.
Por suya tiene la sentencia: Nihil nimis
. Dioscórides refiere en sus Comentarios que llorando Solón por habérsele muerto un hijo (de cuyo nombre no consta), como le dijese uno que de nada le aprovechaba el llanto, respondió: «Por eso mismo lloro, porque de nada me aprovecha»
. Sus epístolas son ésta:

SOLÓN A PERIANDRO
15. «Dícesme que muchos ponen asechanzas contra ti. Aunque quieras exterminarlos, no te precaverás; te las pondrán el que menos sospeches; uno, porque te tema; otro, conociéndote digno de muerte, por ver no hay cosa que no temas. Aun hará obsequio al pueblo el menos sospechoso que te quite la vida. Para quitar la causa, sería lo mejor dejar el imperio; pero si quieres absolutamente perseverar en él, te será preciso tener fuerzas mayores que las de la ciudad. De este modo ni habrá quien te sea temible, ni te desharás de ninguno.

SOLÓN A EPIMÉNIDES
16. «Ni mis leyes, en la realidad, habían de ser de grande emolumento para los ateniense, ni menos lo fuiste tú con partirte de la ciudad; pues no sólo pueden auxiliar a las ciudades los dioses y los legisladores, sino también los que siempre forman la multitud, a cualquiera parte que se inclinen. A éstos les son provechosos los dioses, y las leyes, si proceden debida y rectamente; pero si administran mal, de nada les sirven. No cedieron ciertamente en mayor bien mis leyes y establecimientos; porque los que manejaban el común han perjudicado con no estorbar que Pisístrato se alzase rey, ni dieron crédito a mis predicciones. Él, que halagaba a los atenienses, fue más creído que yo, que los desengañaba. Armado delante del Senado, dije que yo era más sabio que los que no advertían que Pisístrato quería tiranizarlos, y más valeroso que los que por miedo no le repelían». Pero ellos creyeron que Solón", estaba loco. Por último, di público testimonio en esta forma: «¡Oh patria! Solón está aquí dispuesto a darte socorro de palabra y de obra aunque, por el contrario, creen éstos que estoy loco. Así, único enemigo de Periandro, me ausento de ti.
Esos otros sean, si gustan, sus alabarderos». Sabes, oh amigo, con cuánta sagacidad invadió el solio. Empezó adulando al pueblo; después, hiriéndose a sí mismo, salió ante, el Senado, diciendo a gritos que le habían herido sus contrarios, y suplicó le concediesen cuatrocientos alabarderos de guardia. Y ellos, no oyendo mis amonestaciones, selos otorgaron, armados con clavas; y seguidamente subyugó la República. En vano, pues, me desvelaba en libertar a los pobres de la servidumbre, puesto que en el día todos son esclavos de Pisístrato.»

SOLÓN A PISÍSTRATO
17. «Creo que de ti no me vendrá daño alguno, puesto que antes de tu reinado era tu amigo, y hoy no te soy más enemigo que los demás atenienses que aborrecen el estado monárquico. Piense cada cual si le está mejor ser gobernado por uno o por muchos. Confieso eres el más benigno de los tiranos; sin embargo, veo no me conviene volver a Atenas, no sea se me queje alguno de que habiendo yo puesto el gobierno de ella en manos de todos igualmente, y abominando el monárquico, ahora con mi regreso parezca lisonjar tu hecho.»

SOLÓN A CRESO
18. «Me causa gran maravilla tu amistad para conmigo; y te juro por Minerva que, a no haber ya resuelto habitar en gobierno democrático, querría antes vivir en tu reino que en Atenas, violentamente tiranizada por Pisistrato. Pero yo vivo más gustoso en donde los derechos son iguales entre todos. Bajaré, no obstante, ahí, siquiera por ser tu huésped un breve tiempo.»

QUILÓN

1. Quilón, hijo de Damageto, fue lacedemonio. Compuso alunas elegías hasta en doscientos versos. Decía que «las previsiones que se pueden comprender por raciocinios son obra del varón fuerte». A su hermano, que se indignaba de que no le hacían éforo siéndole él respondió: «Yo sé sufrir injurias, pero tú no». Fue hecho éforo hacia la Olimpíada LV, aunque Pánfilo dice que en la LVI; y que fue primer éforo siendo arconte Eutidemo, como dice Sosícrates. Que estableció el primero que los éforos estuviesen ungidos al rey; bien que Sátiro dice que esto lo haba establecido y a Licurgo. Herodoto dice, en el libro primero, que estando Hipócrates sacrificando en Olimpia, como las calderas hirviesen por sí solas, le aconsejó Quilón que no se casase, o dejase la mujer si era ya casado, y abdicase los hijos.

2. Dícese que, preguntándole Esopo «qué era lo que hacía Júpiter» respondió: «Humilla los excelsos, y eleva los humildes». Preguntado «en qué se diferencia el sabio del ignorante», respondió: «En las buenas esperanzas». «Qué cosa era dificultosa», respondió: «Guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir injurias». Daba los preceptos siguientes: «Detener la lengua, singularmente en convites; no hablar mal del prójimo, si no queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a nadie, por ser cosa de mujeres; acudir primero a los infortunios que a las prosperidades de los amigos; casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar los ancianos; guardarse de sí mismo; escoger antes el daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente por una vez, lo segundo para siempre; no burlarse del desgraciado; el poderoso sea humano, para que los prójimos antes lo celebren que lo teman aprender a mandar bien su casa; no corra la lengua más que el entendimiento; reprimir la ira; no perseguir con baldones la adivinación; no querer imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer las leyes; amar la soledad».

3. Entre sus adomenos, éste fue el más plausible: «Por la piedra de toque se examina el oro, dando prueba de sus quilates, y por el oro se prueba el ánimo del hombre bueno o del malo». Refiérese que, siendo ya viejo, crecía que no se acordaba de haber obrado en su vida injustamente; sólo dudaba de una cosa, y era que habiendo una vez de condenar en justicia aun amigo, y queriendo proceder según las leyes, le instó a que le recusase, y así cumplió con la ley y con el amigo. Fue celebradísimo, especialmente entre los griegos, por haber predicho lo de Citere, isla de Laconia, pues teniendo observada su situación, dijo: «¡Ojalá nunca hubiese existido, o bien se hubiese sumergido acabada de nacer!» Tenía bien previsto lo que después sucedió, pues Demarato, huyendo de Lacedemonia, aconsejó a Jeries pusiese sus naves en esta isla. Y si; Jeries lo hubiera ejecutado, ciertamente hubiera Grecia venido a su poder. Pero después Nicias, en la guerra del Peloponeso, ganó la isla, la hizo presidio de los atenienses, y causó infinitos daños a los lacedemonios.

4. Era Quilón breve en el hablar, por cuya causa Aristágoras Milesio llama quilonio a este estilo, y dice que también lo usó Branco, el que construyó el templo de los branquidas.

5. Hacia la Olimpíada LII era ya viejo; en cuyo tiempo florecía Esopo, el compositor de fábulas. Murió, según dice Hermipo, en Pisa, dando la enhorabuena a su hijo, que había salido vencedor en los juegos olímpicos, en la lucha de puñadas. Murió del excesivo placer, y debilidad de la vejez. Todos los del concurso lo honraron en la muerte. Mi epigrama a Quilón es el siguiente:
A ti mil gracias, Pólux rutilante,
con cuyo auxilio de Quilón el hijo
consiguió el acebuche siempre verde,
en lucha de puñadas. Si su padre,
al contemplar al hijo coronado,
murió de mozo, nadie le condene
¡Dichoso yo, si tal mi muerte fuera!
A su imagen se puso esta inscripción:
La fuerte en lanzas y valiente Esparta
sembró a Quilón
,primero de los siete.
Apotegma suyo es: «¿Prometes? Cerca tienes el daño. Suya es también esta breve carta:

QUILÓN A PERLANDRO
6. «Escríbesme sobre la expedición que quieres emprender contra los que de ahí están ausentes, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo que un monarca tiene en peligro hasta las cosas de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere en su cama sin violencia.»

PITACO

1. Pitaco, hijo de Hirradio, fue natural de Mitilene; pero dicho su padre fue de Tracia, según escribe Duris. Pitaco, en compañía de los hermanos de Alceo, destronó a Melancro, tirano de Lesbos. Disputándose con las armas los atenienses y mitilenos los campos aquilitides, y siendo Pitaco el conductor del ejército, salió a batalla singular con Frinón, capitán de los atenienses, que era pancraciaste y olimpiónico. Ocultó la red debajo del escudo, enredó de improviso a Frinón, y quitándole la vida, conservó a Mitilene el campo que se disputaban aunque después se lo disputaron nuevamente ante Periandro, oidor de esta causa, el cual lo adjudicó a los atenienses, según dice Apolo doro en las Crónicas. Desde entonces tuvieron los mitilenos a Pitaco en grande estima, y le dieron el mando, del cual hizo voluntaria dejación después de haber gobernado diez años la República y puéstola en orden. Sobrevivió a esto otros diez años. Un campo que los mitilenos le dieron, lo consagró, y aun hoy se llama Pitaqueo. Sosíciates escribe que habiendo quitado a este campo una pequeña parte, dijo que «aquella parte era mayor que el todo».

2. No recibió una porción de dinero que Creso le daba, diciendo que «tenía doblado de lo que quería»: había heredado los bienes de su hermano muerto sin hijos. Pánfila dice, en el libro II de sus Comentarios, que estando Tirreo, hijo de Pitaco, en la ciudad de Cumas sentado en casa de un barbero, lo mató un broncista tirándole una hacha; y que habiendo los cumanos enviado el agresor a Pitaco, éste, sabido el caso, le absolvió, diciendo que «el perdón era mejor que el arrepentimiento». Pero Heráclito dice que habiendo ido preso a manos de Alceo, le dio la libertad, diciendo que «mejor era el perdón que el castigo». Puso leyes contra la embriaguez, por las cuales caía en doblada pena el que se embriagaba, a fin de que no lo hiciesen, habiendo mucho vino en la isla. Decía que «era cosa difícil ser bueno» de lo cual hace también y memoria Simónides, diciendo:
Que es cosa muy difícil
ser el varón perfectamente bueno,
de Pitaco es sentencia verdadera.
Platón en su Protágoras hace memoria de aquellas sentencias de Pitaco: «A la necesidad ni aun los dioses repugnan. El mando manifiesta quién es el hombre».

3. Preguntado una vez qué es lo mejor, respondió: «Ejecutar bien lo que se emprende». Preguntóle Creso cuál era el imperio mayor, y respondió que «el de maderas diferentes», significando por ello las leyes. Decía también que «las victorias habían de conseguirse sin sangre. A Focaico, que decía que convenía buscar un hombre diligente, respondió: «No lo hallarás, por más que lo busques» A unos que preguntaban qué cosa fuese muy grata, respondió: «El tiempo». ¿Qué cosa incógnita? «Lo venidero». ¿Qué cosa fiel? «La tierra». ¿Qué cosa infiel? «El mar». Decía que «es propio de los varones prudentes precaverse de las adversidades antes que vengan, y de los fuertes tolerarlas cuando han venido. No publiques antes lo que piensas hacer, pues si se te frustra se reirán de ti. A nadie objetes su infelicidad, no sea que te expongas a quejas bien fundadas. Vuelve a su dueño lo que recibieres en depósito. No hables mal del amigo, ni aun del enemigo. Ejercita la piedad. Ama la templanza. Guarda verdad, fe, prudencia, destreza, amistad y diligencia».

4. Sus más celebrados adomenos son:
Contra el hombre malvado
debe salir el bueno bien armado
No habla verdad la lengua cuantas veces
el corazón procede con dobleces.
Compuso también seiscientos versos elegíacos. Y en prosa escribió sobre las leyes, dedicándolo a los ciudadanos. Floreció hacia la Olimpíada XLII, y muriógobernando Aristomenes, el tercer año de la Olimpíada LII, siendo ya viejo y mayor de setenta años. En el sepulcro se le puso este epitafio
Aquí sepulta la sagrada Lesbos
a Pitaco, su hijo,
con el llanto más sincero y prolijo.
Es apotegma suyo: Καιρον γνωθη (Tempus nosce). «Conoce la ocasión o la oportunidad.» Hubo otro Pitaco legislador, de quien habla Favorino en el libro I de sus Comentarios, y Demetrio en los Colombroños, el cual Pitaco fue llamado por sobrenombre el Pequeño.

5. Dícese que Pitaco el Sabio, habiendo sido consultado por un joven sobre casamiento, respondio lo que dice Calímaco en estos epigramas.
Un joven atarnense, consultando
a Pitaco, nacido en Mitilene,
hijo de Hirradio: «Padre -le decía-,
dos novias me depara la fortuna;
la una me es igual en sangre y bienes;
mas la otra me excede en ambas cosas.
¿Cuál deberé elegir? ¿Cuál me conviene?
¿Cuál de las dos recibo por esposa?
Alzó Pitaco el báculo diciendo:
«Resolverán tu duda esos muchachos
que ahí ves con el látigo en la mano,
en medio de la calle dando giros;
sígueles, y contempla lo que dicen.»
«Toma tu igual», decían; y el mancebo,
que comprendió el enigma brevemente,
se casó con la pobre, como él era.
Así, Dion amigo,
que cases con tu igual también te digo
Parece tenía razón para hablar así, porque su mujer fue más noble que él, como hermana que era de Dracón; hijo de Pentilo, mujer sumamente soberbia con él.

6 Alceo llama a Pitaco σαραποδα, sarápoda y σεραπον, sérapon, por tener los pies anchos y llevarlos arrastrando; Ξειροποδην, queiropoden, porque tenía grietas en los pies, a los cuales llaman Ξειραδασ. queiradas; γανρικα, gáurica, porque se ensoberbecía sin motivo; φνσκωνα; fúscona, fuscón, y γαστρωνα, gastrón, porque era tripudo; ζοφοδορπιδαν zofodorpídan, porque cenaba tarde y sin luz; agasirto, finalmente, porque daba motivo a que hablasen de él, y porque era muy sucio. Ejecirtábase moliendo trigo, como dice Cleurco filósofo. Hay una breve epístola suya, que es la siguiente:

PITACO A CRESO
7. «Exhórtasme a que vaya a Lidia a ver tus riquezas. Aunque no las he visto, me persuado que el hijo de Aliato es el más opulento di: los reyes. Yo no tendré más yendo a Sardes, puesto que no necesito de oro, bastándome lo que poseo a mí y a mis familiares. Iré, sinembargo, sólo por familiarizarme con un varón de tanta hospitalidad.»

BIANTE

1 Biante, natural de Priena, hijo de Teutamo, fue preferido Sátiro entre los siete sabios de Grecia. Se dice que fue rico. Duris afirma que fue advenedizo Priena; y Fanódico, que habiendo rescatado ciertas doncellas misenias que se hallaban cautivas, las sustentó como hijas, las dotó y las remitió a sus padres a Misena. Poco después, habiendo hallado en Atenas unos pescadores, como ya dijimos el trípode de oro con la inscripción: Para el más sabio, dice Sátiro que las mismas doncellas salieron en público, refirieron lo que por ellas había hecho Biante, y lo aclamaron, sabio. Fuéle enviado el trípode; pero luego que lo vio, dijo: «Apolo es el sabio»; y no lo admitió. Fanódico y otros dicen que no fueron las doncellas quienes aclamaron sabio a Biante, sino los padres de éstas. Otros dicen que consagró el trípode a Hércules en Tebas, por ser oriundo de ella, y Priena su colonia; lo que afirma también Fanódico.

2. Refiérese que teniendo Aliate cercada a Priena, engordó Biante dos mulos y los introdujo en el real del enemigo; vistos los cuales, se maravilló mucho Aliate de que hasta los animales estuviesen tan lucidos en la plaza; y meditando en levantar el cerco, envío un hombre a ella para que observase su estado. Súpolo Biante, y luego hizo muchos montones de arena, cubriólos de trigo y los dejó ver al enviado; lo cual referido a Aliate, hizo paz con los prieneses. Envío a llamar a Biante; mas éste respondió: «Yo mando a Aliate que coma ahora cebollas», esto es, que llore.

3. Dícese también que fue un vehementísimo orador de causas; pero siempre usó bien de su facundia. A esto aludio Demódico Lerio, cuando dijo que el orador de causas debía imitar al prienés». Y Hiponacte solía decir en proverbio: «Mejor se ha portado que Biante prienés».

4. Su muerte fue de esta manera: habiendo orado en defensa de un pleito de un amigo suyo (siendo ya anciano) y descansando un poco de esta fatiga, reclinó la cabeza en el seno de un nieto suyo, hijo de su hija. Había también orado el contrario en la causa; y como los jueces sentenciasen en favor del cliente de Biante, vencido el pleito, fue hallado muerto en el seno mismo del nieto. Enterrólo magníficamente la ciudad, y escribió en su sepulcro este epitafio:
Cubre esta hermosa piedra y pavimento
al prienés Biante, honor de Jonia.
El mío dice así:
Aquí yace Biante, a quien Mercurio
llevó tranquilamente,
blanco nevado viejo, al sitio oscuro.
Oró y venció la causa de un amigo;
y en el pecho de un joven reclinado.
vino a extender su sueño largamente.
5. Escribió de la Jonia hasta dos mil versos, el modo en que principalmente podía ser feliz. De sus adomenos, éstos fueron los más aplaudidos:
Si vives en ciudad, placer procura
a los conciudadanos;
pues esto gusta a todos.
Pero, por el contrario, la arrogancia
ha sido siempre a todos perniciosa.
Sus sentencias son éstas: «Ser fuerte en el cuerpo es obra de la Naturaleza; mas decir lo útil a la patria es cosa del ánimo y de la prudencia. Las riquezas vinieron a muchos aun casualmente». Llamaba «infeliz a quien no podía sufrir la infelicidad», y «enfermedad del ánimo apetecer imposibles y olvidarse del mal ajeno». Preguntado qué cosa es difícil, respondió: «Sufrir constantemente la decadencia del propio estado». Navegando una vez con unos impíos, como la nave fuese combatida de una tormenta y ellos invocasen los dioses, les dijo: «Callad, no sea que los dioses os vean navegar aquí». A un hombre impío que le preguntó qué cosa es piedad, no le respondió palabra; y como éste le dijese cuál era la causa de no responderle, dijo: «Callo porque preguntas cosas que no te pertenecen». Preguntando qué cosa es dulce a los hombres, respondió: «La esperanza». Decía que «antes quería juzgará entre enemigos que entre amigos, porque uno de los amigos había de quedar enemigo del todo, pero de los enemigos debía uno hacérsele amigo». Preguntado otra vez qué cosa deleita más al hombre, respondió: «La ganancia». Decía que «conviene midamos nuestra? vida tanto como si hubiésemos de vivir mucho, cuanto habiendo de vivir poco
Que amemos como que habemos de aborrecer; pues son muchos los malos». Daba los consejos siguientes: «Emprende con lentitud. lo que pienses ejecutar; pero una vez emprendido, sé constante en ello. No hables atropelladamente, pues indica falta de juicio. Ama la prudencia. Habla de los dioses según son. No alabes por causa de sus riquezas al hombre indigno. Si pretendes alcanzar alguna cosa, sea persuadiendo, no coartando. Atribuye a los dioses lo bien que obrares. Toma la sabiduría por compañera desde la juventud hasta la vejez, pues ella es la más estable de todas las posesiones».

6. Hiponacte hace también memoria de Biante, como ya dijimos. Y el desapacible Heráclito lo recomienda mucho, especialmente cuando dice: «En Priena nació Biante, hijo de Teutamo, cuyo nombre es más respetable que el de los otros:». Y los prienesés le dedicaron una capilla que llamen Teutamio. También es sentencia suya: «Los malos son muchos».

CLEÓBULO

1. Cleóbulo, hijo de Evágoras, fue natural de Lindo, o según quiere Duris, de Caria. Algunos lo hacen descender de Hércules, y dicen que fue robusto y hermoso de cuerpo, y que estudio la Filosofía en Egipto. Que tuvo una hija llamada Cleobulina, la cual compuso enigmas en versos hexámetros, y de quien hace memoria Cratino en su drama que lleva este mismo nombre en número plural, y que renovó en Atenas el templo de Minerva, que había construido Danao.

2. Compuso cánticos y sentencias oscuras hasta en tres mil versos. Y hay quien dice fue suyo el epitafio puesto a Midas, que es:
Una virgen de bronce soy que yago
recostada de Midas al sepulcro.
Mientras fluyan las aguas, y se eleven
de la tierra los árboles frondosos;
mientras renazca el sol, y resplandezca
en las esferas la argentada luna;
mientras corran los ríos, y los mares
por las riberas extenderán sus olas,
aquí estaré, vertiendo triste llanto
sobre esta sepultura, y advirtiendo
a todo pasajero y caminante
que en ella sepultado yace Midas.
En prueba de lo cual trae un cántico de Simónides, en que dice:
¿Qué mente habrá que pueda
alabar dignamente
a Cleóbulo, indígena de Lindo,
que a los ríos perennes,
floridas primaveras,
a los rayos del sol, dorada luna,
y a las marinas olas
permanentes colunas antepone?
Inferior a los dioses
es todo lo criado.
Hasta la dura piedra
quebranta mortal mano;
pero es consejo de varón insano.
De donde consta que este epitafio no es de Homero, como dicen, habiendo éste precedido a Midas por muchos años. En los Comentarios de Pánfila anda este enigma suyo, que significa el año:
Tiene un padre doce hijos,
y cada uno de ellos hijas treinta,
todas bien diferentes en aspecto;
pues por un lado blancas como nieve,
oscuras por el otro se presentan.
También, siendo inmortales, mueren todas. De sus adomenos se celebran los siguientes:
Reina en la mayor parte de los hombres
con gran verbosidad mucha ignorancia.
Si tienes ocasión hacer procura
alguna cosa ilustre y admirable.
Nunca seas ingrato, nunca vano.
  1. Decía que «es conveniente casar las hijas jóvenes en edad, pero proyectas en la prudencia»; enseñando por ello que deben las jóvenes ser instruidas. Que «conviene favorecer al amigo para que lo sea más, y al enemigo para hacerlo amigo. Guardarse de la calumnia de los amigos y de las asechanzas de los enemigos». También que «cuando uno salga de casa, piense primero qué es lo que ha de hacer; y cuando vuelva, qué es lo que ha hecho». Encargaba mucho el ejercicio corporal. Que «antes procuremos el escuchar que el ser escuchados
  2. . Que amemos más el estudio que la ignorancia. Que la lengua no sea maldiciente. Que seamos familiares de la virtud, y extraños del vicio. Huir la injusticia, aconsejar a la patria lo mejor, refrenar los apetitos, no hacer cosa alguna por fuerza, instruir los hijos, deshacer las enemistades. A la mujer ni halagarla ni reñirla delante de otros, porque lo primero indica demencia; y lo segundo, furor. Que no se ha de reñir al doméstico cuando está embriagado.»
  3. Decía: «Cásate con mujer tu igual, porque si la eliges más noble que tú, los suyos te mandarán. No rías del, que es perseguido con burlas y contumelias, porque se te hará enemigo. En tus prosperidades no te ensoberbezcas, ni en las adversidades te abatas de ánimo. Aprende a sufrir con fortaleza los reveses de la fortuna.»
  4. Murió viejo de setenta años; y en su sepulcro se le puso el epitafio siguiente:
A Cleóbulo sabio muerto llora
su patria Lindo, a quien el mar circuye.
Su apotegma es: «La medida es lo mejor de todas las cosas». Escribió a Solón esta carta:

CLEÓBULO A SOLÓN
«Muchos son los amigos que tienes, y todos con casa propia. Yo pienso que Lindo sería muy buena tierra para vivir Solón, por ser ciudad libre. Es isla de mar; y si quieres habitar en ella, ningún daño te vendrá de Pisístrato, y concurrirán a verte amigos de todas partes.»

PERIANDRO

1. Periando, hijo de Cipselo, fue natural de Corinto, y de la familia de los heráclidas. Casó con Lísida, a quien él llamaba Melisa, hija de Procleo, rey de Epichuro y de Eristenea, hija de Aristocrates y hermana de Aristodemo, los cuales dominaban toda la Arcadia, como dice Heráclides Póntico en el libro Del principado. Dos hijos tuvo de ella: Cipselo y Licofrón; el menor de los cuales fue advertido; el mayor fue estólido. Pasado algún tiempo, tomado Periandro de la ira, quitó la vida a su mujer, que a la sazón estaba encinta, dándola de patadas debajo de una escalera, incitado de las malas persuasiones de sus concubinas, a las quemó después. Desterró a su hijo Licofrón a Corcíra, porque se condolía de su madre; pero después, viéndose cercano a la vejez, le mandó venir para darle el reino. Supiéronlo antes los corcireses, y mataron a Licofrón; por lo cual, encendido en ira Periandro, envío a Aliate los hijos de los corcireses para que los castrase; pero cuando la nave llegó a Samos, hicieron súplicas a la diosa Juno, y los samios los libraron. Cuando Periandro lo supo tomó tanto pesar, que murió luego, a los ochenta años de edad. Sosícrates dice que murió cuarenta años antes que Creso, uno antes de la Olimpíada XLIX.

2. Herodoto dice en el libro primero que Periandro fue huésped de Trasíbulo, tirano de Mileto. Aristipo dice en el libro primero De las delicias antiguas que, enamorada de Periandro su madre Cratea, solían en oculto unirse lascivamente, deleitándose con ella; pero habiéndose divulgado este comercio, fue tanto su disgusto, que se hizo insoportable a todos. Eforo dice que ofreció a Júpiter una estatua de oro si vencía con su cuadriga en los juegos olímpicos; que habiendo vencido y careciendo del oro, como viese en cierta festividad adornadas las mujeres, les quitó las joyas, y con ello cumplió su promesa. Algunos dicen que queriendo se ignorase su sepulcro, maquinó lo siguiente: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que viniesen de noche y le quitaran la vida y enterrasen donde lo encontrasen; detrás de éstos envío cuatro que matasen a los dos y los enterrasen, y, finalmente, contra éstos envío muchos. De esta forma murió a manos de los primeros. No obstante, los corintios sobre un cenotafio
 le pusieren el epitafio siguiente:
Conserva al rico y sabio Periandro
Corinto patria suya,
en este sitio y seno, al mar vecino.
Otro le hice yo, que dice:
No debes condolerte si no logras
aquello que deseas. Cada uno
con lo que dan los dioses se contente;
pues aquí yace el sabio Periandro,
que no pudo lograr lo que quería.
Sentencias suyas son: «Nada se ha de hacer por interés. Se han de lucrar las cosas lucrables.»

3. Escribió documentos hasta en dos mil versos. Decía que «los que quieran reinar seguros, se protejan con la benevolencia, no con las armas». Y preguntado por qué él reinaba, respondió: «Porque es igualmente peligroso ceder de grado, o ceder por fuerza». Decía también: «Buena es la quietud; peligrosa la precipitación; torpe la usura; mejor es el gobierno democrático que el tiránico; los gustos son perecederos, pero los honores son inmortales. En las prosperidades sé moderado; en las adversidades, prudente. Serás siempre el mismo para tus amigos, sean dichosos o desdichados. Cumple lo que hayas prometido. No publiques las cosas secretas. Castiga no sólo a los que hayan delinquido, sino también a los que quieren delinquir.

4. Periandro fue el primero que se hizo acompañar de hombres armados, y redujo a tiránico el gobierno republicano. Y, según dicen Eforo y Aristóteles, prohibió a algunos viviesen en la ciudad. Floreció hacia la Olimpíada XXXVIII, y reinó cuarenta años. Soción, Heráclides, y también Pánfila en el libro V de sus Comentarios, dicen que hubo dos Periandros: uno, el Tirano; otro, el Sabio el cual fue natural de Ambracia. Y Neantes Ciziceno aun añade que fueron primos hermanos. Aristóteles dice que Periandro el Sabio fue corintio; Platón lo omite. Suya es la sentencia: «Todo lo consigue el trabajo». Quiso abrir o cortar el istmo.
Corren de él estas epístolas:

PERIANDRO A LOS SABIOS
5. «Doy muchas gracias a Apolo Pitio de que mis cartas os hayan hallado a todos juntos, y espero os traigan ellas a Corinto. Yo, por lo menos, os estoy esperando; veréis con cuánta civilidad os recibo. Entiendo que como el año pasado fuisteis a Sardes de Lidia, no dilataréis ahora venir a mí, rey de Corinto, pues los corintios tendrán gusto de veros ir a casa de Periandro.»

PERIANDRO A PROCLEO
6. «El fracaso de mi mujer aconteció contra mi voluntad; pero tú serás injusto con exacerbar voluntariamente el ánimo de mi hijo contra mí. Así, o calma la fiereza de mi hijo para conmigo, o me vengaré de ti; pues yo vengué la muerte de tu hija abrasando vivas mis concubinas, y quemando junto al sepulcro de aquélla los adornos, de todas las matronas corintias. Trasíbulo escribió a Periandro en esta forma:

TRASÍBULO A PERIANDRO.
7. «Nada respondí a tu enviado, sino que llevándolo a un campo de mies, vio cómo cortaba yo las espigas más altas dándoles con una vara; si se lo preguntas, él te contará lo que oyó y vio. Obra tú así, ya que quieres retener el mando: deshazte de los ciudadanos poderosos, parézcante enemigos o no, pues al tirano aun los amigos le son sospechosos.»

ANACARSIS ESCITA

1. Anacarsis Escita, hijo de Gnuro y hermano de Caduida, rey de Escitia, nació de madre griega, por cuya razón supo ambos idiomas. Escribió sobre las leyes de los escitas, y sobre lo conducente a la frugalidad de la vida de los griegos. Escribió también de la guerra hasta unos ochocientos versos. Su libertad en el decir dio motivo al proverbio de hablar escítico. Sosícrates dice que Anacarsis vino a Atenas en la Olimpíada XLVII, siendo arconte Eucrates; y Hermipo, que fue a casa de Solón, y mandó a une de los familiares de éste dijese a su amo estaba allí Anacarásis, y si quería gozar de su vista y hospedaje. Que el criado dio el recado a Solón, el cual respondió que «los huéspedes son los que están en su patria». Con esto entró Anacarsis, diciendo que él estaba entonces en su patria, y por tanto, le pertenecía hacer huéspedes a otros. Admirado Solón de la prontitud, lo recibió y lo hizo su grande amigo.

2. Pasado algún tiempo, volvió a Escitia, y pareciendo quería reformar las leyes patrias y establecer las griegas, lo mató dicho su hermano andando de caza, con una flecha. Murió diciendo que «por su elegancia en el decir había vuelto salvo de Grecia, y que moría en su patria por envidia». Algunos dicen que murió estando sacrificando al uso griego. Mi epigrama es el siguiente:
Vuelto a Escitia Anacarsis,
quiso enmendar errores de su patria,
procurando viviese al uso griego:
Mas no bien pronunciada su sentencia,
cuando un volante dardo en un momento
lo trasladó a los dioses inmortales.

3. Decía que «la cepa lleva tres racimos: el primero, de gusto; el segundo, de embriaguez; y el tercero, de disgusto». Admirábase mucho de que entre los griegos se desafiasen los artistas y juzgasen de las obras los que no eran artífices. Preguntado de quéforma se haría uno abstemio o aguado, respondió: «Mirando los torpes gestos de los borrachos». Decía también que «se maravillaba de cómo los griegos, que, ponían leyes contra los que injuriaban a otros, honraban a los atletas que se hieren mutuamente». Habiendo sabido que el grueso de las naves no es más de cuatro dedos, dijo: «Tanto distan de la muerte los que navegan». Llamaba al aceite «medicamento de frenesí, pues ungidos con él los atletas se enfurecían más unos contra otros». Decía: «¿Cómo es que los que prohiben el mentir mienten abiertamente en las tabernas?» Admirábase también de que «los griegos al principio de la comida bebiesen en vasos pequeños, y después de saciados en vasos grandes». En sus retratos anda esta inscripción: «Se debe refrenar la lengua, el vientre y la carne».

4. Preguntado de si en Escitia había flautas, respondio: «Ni tampoco cepas». A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le respondio: «Las que están en el puerto». Decía había visto en Grecia una cosa que lo admiraba, a saber: que se dejaban el humo en el monte y traían la leña a casa. Preguntándole uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: «¿En qué clase de esas dos pones los navegantes?» A un ateniense que le objetaba el que era escita, respondió: «A mí me deshonra mi patria; pero tú eres el deshonor de la tuya». Preguntado qué cosa era buena y mala en los hombres, respondió: «La lengua». Decía que «mejor era tener un amigo ilustre que muchos ordinarios». Llamaba al foro «lugar destinado para mutuos engaños y fraudes». Habiéndole injuriado de palabra un joven en un convite, dijo: «Mancebo, si ahora que eres joven no puedes sufrir el vino, cuando envejezcas sufrirás el agua». Según algunos, inventó para el uso de la vida humana las áncoras y la rueda de alfar. Escribió esta carta:

ANACARSIS A CRESO
5. «Me fui a Grecia, oh rey de Lidia, a fin de aprender sus costumbres y disciplina. No necesito oro alguno, y me basta si vuelvo a Escitia más instruido; no obstante, pasaré a Sardes, pues tengo en mucho ser tu conocido.»

MISÓN

1. Misón, hijo de Estrimón, como dice Sosícrate; llamado Queneo por ser de Quena, pueblo oeteo o lacónico en sentir de Hermipo, es contado entre los siete sabios. Dicen que su padre fue tirano. También hay quien diga que preguntado Anacarsis: si había otro más sabio que él, respondió la pitonisa, como ya dijimos de Quilón en la Vida de Tales:
Cierto Misón Oateo, en Quene hallado,
corazón más dispuesto a la prudencia
tiene que tú, Anacarsis, y a la ciencia.
Movido de esto Anacarsis, pasó al lugar de Misón en tiempo de verano, y habiéndolo hallado que ponía la esteva al arado, le dijo: «Ahora, oh Misón, todavía no es tiempo de arado». A que respondió: «Pero lo es mucho para componerlo y prevenirlo».

2. Otros dicen que el oráculo dijo así: «Cierto Misón Eteo, etc.», y van indagando qué significa Eteo. Paménides dice que es una aldea. de Laconia, de la cual fue natural Misón. Sosícrates dice en las Sucesiones que Misón por su padre fue oteo; por su madre, queneo. Eutifrón, hijo de Heráclides póntico, dice fue cretense, habiendo en Creta un pueblo llamado Etea. Anaxilao lo hace arcade. Hiponacte hace también memoria de él, diciendo:
Misón, a quien Apolo
llamó el más sabio de los hombres todos.

3. Aristóxenes dice en su Historia varia que Misón no se diferenció mucho de Timón y de Apimanto, pues también aborrecía los hombres. Fue visto reír estando solo en el campo de Lacedemoma; y como el que lo halló de improviso le preguntase con instancias porqué reía no habiendo nadie presente, dijo: «Por eso mismo». Dice también Aristóxenes que Misón no fue célebre a causa de no haber nacido en ciudad, sino en un cortijo, y aun éste desconocido; por cuya razón muchas de sus cosas se atribuyen a Pisistrato. Lo mismo ejecuta Platón el Filósofo, pues hace memoria del en su Protágoras, y lo pone en lunar de Periandro Decía Misón que «no se han de buscar las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas; pues no se hacen las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas». Murió a los noventa y siete años de su edad
.

EPIMÉNIDES

1. Epiménides, según Teopompo y otros muchos, fue hijo de Festio; según otros, de Dosiado; y según otros, de Agesarco. Fue cretense, natural de Gnosa: pero no lo parecía por ir con el pelo largo. Enviolo una vez su padre a un campo suyo con una oveja, y desviándose del camino, a la hora del mediodía se encontró en una cueva, y durmió allí por espacio de cincuenta y siete años. Despertado después de este tiempo, buscaba la oveja, creyendo haber dormido sólo un rato; pero no hallándola se volvió al campo, y como lo viese todo de otro aspecto, y aun el campo en poder de otro, maravillado en extremo, se fue a la ciudad. Quiso entrar en su casa; y preguntándole quién era halló a su hermano menor, entonces ya viejo, el cual supo de su boca toda la verdad. Conocido por esto de toda Grecia, lo tuvieron todos por muy amado de los dioses.

2. Padecían peste los atenienses, y habiendo respondido la pitonisa que se lustrase la ciudad, enviaron a Creta con una nave a Nicias, hijo de Nicerato, para que trajesen a Epiménides. Vino, en efecto, en la Olimpiada XLVI, expió la ciudad, y ahuyentó la peste de la forma siguiente: tomó algunas ovejas negras y blancas, las condujo al Areópago, y las dejó para que de allí se fuesen a donde quisiesen, mandando a los que las seguían que donde se echase cada una de ellas las sacrificasen al dios más vecino al paraje. De esta manera cesó el daño. Desde entonces se hallan por los pueblos de los atenienses diferentes aras sin nombre, en memoria de la expiación entonces hecha.

3. Otros dicen que la causa de la peste fue la maldad de Cilonio; y refieren el modo con que se libertó, que fue muriendo los dos jóvenes, Cratino y Clesibio, con lo cual cesó la calamidad. Los atenienses le dieron un talento y una nave con que regresase a Creta; pero él no admitió el dinero, antes hizo confederación entre los gnosios y atenienses; y volviéndose a su casa murió de allí a poco de edad de ciento cincuenta y siete años, según dice Flegón en el libro De los que vivieron mucho. Los cretenses dicen que murió de doscientos noventa y nueve años, pero Jenófanes Colofonio afirma haber oído decir que de ciento cincuenta y cuatro.

4. Compuso cinco mil versos sobre la generación de los curetes y coribantos, y sobre la de los dioses, y seis mil quinientos sobre la construcción de la nave Argos, y expedición de Jasón a Coleos.
Escribió también en prosa acerca de los sacrificios y de la República de Creta; como también de Minos y Radamanto hasta unos cuatro mil versos. Erigió en Atenas un templo alas Euménides, como dice Lobón Argivo en el libro De los poetas. Dicen fue el primero que lustró las habitaciones y los campos, y el primero que fundó templos. Hay quien afirma que no durmió, sino que se entretuvo algún tiempo en cortar raíces. Corre una carta suya a Solón legislador, que trata de la República cretense, ordenada por Minos; bien que Demetrio de Magnesia, en su libro De los poetas y escritores colombroños o de un mismo nombre, se esfuerza en sostener que esta carta es moderna; ni va escrita en dialecto cretense, sino ático moderno. Yo he hallado otra carta suya, que es como sigue:

EPIMÉNIDES A SOLÓN
5. «Buen ánimo, amigo, porque si la invasión tiránica de Pisístrato hubiese hallado a los atenienses hechos a la servidumbre, o sin buenas leyes, sería largo su dominio, pero como esclaviza a hombres nada cobardes, y que, acordándose de las amonestaciones de Solón, gimen avergonzados, no tolerarán verse tiranizados. Y aunque Pisístrato tenga ocupada la ciudad, espero que su imperio no pasará a sus hijos, pues es muy difícil perseveren esclavos hombres que se vieron libres y se gobernaron por leyes excelentes. Tú no te aflijas, sino vente cuanto antes a estar conmigo en Creta, donde no tendrás monarca que te moleste, pues si andando vago cayeres en manos de sus amigos, temo te venga algún daño.» Hasta aquí la carta de Epimévides.

6. Dice Demetrio, según escriben algunos, que Epiménides recibía la comida de mano de las ninfas, y que la guardaba en una uña de buey; que la iba tomando de allí poco a poco, de manera que no necesitaba excrementar, ni jamás hubo quien lo viese comer. Hace, memoria de él Timeo en su segunda. Dicen algunos que los cretenses le ofrecen sacrificios como a Dios. Dicen, asimismo, que tuvo sumo conocimiento de las cosas venideras, pues habiendo visto en Atenas el puerto de Munic!uia, dijo a los atenienses que «no sabían cuántos daños les había de acarrear el lugar aquel, pues a saberlo, lo devorarían con sus dientes». Esto predijo tanto tiempo antes que sucediese.

7. Refieren que él mismo se llamaba Eaco; quepredijo a los lacedemonios habían de ser prisioneros de los arcades, y que aparentó muchas veces que resucitaba. Escribe Teopompo, en su libro De las cosas admirables, que cuando construía el templo de las ninfas, se oyó una voz del cielo que decía: «Epiménides, no lo dediques a las ninfas, sino a Júpiter». También predijo a los cretenses el estrago que los arcades habían de hacer en los lacedemonios, según arriba dijimos; y, efectivamente, fueron derrotados junto a Orcomeno. Añade Teopompo que envejeció en tantos días como años había dormido. Mironiano dice en sus Símiles que los cretenses lo llamaban Curete. Guardan su cuerpo los lacedemonios, avisados por un oráculo, corno asegura Sosibio Lacedemonio. Hubo otros dos Epiménides: el uno, escritor de genealogías; y el otro, de la Historia de Rodas, en dialecto dórico.

FERECIDES

1. Ferecides, hijo de Badio, natural de Siros, según dice Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Pitaco. Fue el primer griego que escribió del alma y de los dioses. Refiérense de .él muchos prodigios, pues como pasease una vez por la playa del mar de Samos y viese una nave que corría con buen viento, dijo que dentro de breve tiempo se anegaría, y, efectivamente, zozobró a vista del mismo. Igualmente, habiendo bebido agua sacada de un pozo, pronosticó que dentro de tres días habría terremoto, y así sucedió. Subiendo de Olimpia a Micenas, aconsejó a Perilao, que lo hospedó en su casa, partiese de allí con su familia. No se persuadio Perilao, y Micenas fue luego tomada por los enemigos.

2. Decía a los lacedemonios, según refiere Teopompo en su libro De las cosas admirables, que «no se deben honrar el oro y la plata»; que esto se lo La había mandado decir Hércules, el cual mandó también la misma noche a los reyes obediesen a Ferecides en ello. Algunos atribuyen esto a Pitágoras. Escribe Hermipo que, como hubiese guerra entre los efesinos y magnesios, y desease venciesen los efesinos, preguntó a uno que pasaba «de dónde era», y respondiendo quo de Éfeso, lo dijo: «Pues llévame de las piernas, y ponme en territorio de Magnesia; luego dirás a tus paisanos me entierren en el paraje mismo donde conseguirán la victoria». Manifestó aquél este mandato de Ferecides a los ciudadanos, los cuales, dar, a la batalla el día siguiente, vencieron a los magnesios, y buscando a Ferecides, lo enterraron allí mismo, y le hicieron muy graneles honras. Algunos dicen que se precipitó él mismo del monte Coricio, caminando a Delfos; pero Aristóxenes, en el libro De Pitágoras y seas familias, dice que murió de enfermedad y lo enterró Pitágoras en Delfos. Otros quieren muriese comido de piojos.

3. Habiendo venido Pitágoras a visitarlo, y preguntándole cómo se hallaba, sacó por entre la puerta un dedo y dijo: «Conjetura de aquí el estado del; cuerpo». Los filólogos tomaron después en mal sentido estas palabras, y aun pecan todavía los que en mejor sentido las interpretan. Decía que los dioses llaman (zioron) a la mesa. Andrón Efesino dice que hubo dos Ferecides, ambos de Siros: el uno, astrólogo; y el otro, teólogo, hijo de Badio, de quien Pitágoras fue discípulo. Pero Eratóstenes afirma quede Siros no hubo más que un Ferecides, pues el otro, Escritor de genealogías, fue ateniense. De Ferecides Sirio nos ha quedado un libro, cuyo principio es: Júpiter y el tiempo y la tierra fueron siempre una .misma cosa. La tierra se llamaba terrena después que Júpiter la hizo honores». En la isla de Siros se conserva un heliotropio de Ferecides. Duris, en el libro segando De las coas sacras, dice que se le puso este epitafio:
Da fin en mí sabiduría toda;
y si más a Pitágoras se debe,
es por ser el primero de los griegos.
Ion Quío escribe de él así:
Yace sin alma, y dulce vida goza;
y aunque cede a Pitágoras la palma,
vio y aprendió los usos de los hombres.
Mi epigrama, en verso ferecrático, dice así:
Se dice por seguro.
que el grande Ferecides,
en Siros engendrado,
mudó su primer forma,
comido de piojos.
A tierra de Magnesia
ser quiso conducido,
para dar la victoria
a los nobles efesios.
Esto mismo mandaba
oráculo infalible,
que Ferecides solo
tenía conocido.
Entre ellos murió alegre.
Es, pues, cosa muy cierta
que el verdadero sabio
es útil vivo y muerto.
Floreció hacia la Olimpíada LIX. Escribió esta carta:

FERECIDES A TALES.
4. «Tengas buena muerte cuando te tocare el día fatal. Hallábame enfermo cuando me vino tu carta. Estaba todo cubierto de piojos y con calentura. Ordené, pues, a algunos de mis domésticos que, en habiéndome enterrado, te llevasen mis escritos. Si te parecieren bien a ti y a los demás sabios, podrás publicarlos; pero si no, no los publiques. A mí no me gustaban mucho, por no haber certeza en las cosas, pero ni yo prometo en ellos esto, ni sé hallar lo verdadero. Acaso habré explicado algo acerca de los dioses; importa entender lo restante, pues yo no hago' más que insinuar las cosas. Agravándose más y más mi enfermedad, ni admito médico ni amigo alguno; pero estando ellos fuera de la puerta y preguntándome cómo me hallo, saco un dedo por la cerradura y les manifiesto el gran mal en que estoy. Los he ya amonestado concurran pasado mañana a celebrar el entierro de Ferecides.»

5. Hemos tratado hasta aquí de los que fueron llamados Sabios, a los cuales agregan muchos al tirano Pisístrato. Trataremos ahora de los filósofos, empezando por la secta jónica, de la cual, según dijimos, el primero fue Tales, maestro de Anaximandro.

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