lunes, 17 de marzo de 2014

DIÓGENES LAERCIO, VIDA DE LOS FOLÓSOFOS MÁS ILUSTRES; LIBRO CUARTO

LIBRO CUARTO



ESPEUSIPO
1. Esto es cuanto he podido recoger acerca de Platón, con el cuidado posible, de lo que de este varón escribieron otros. Sucedióle Espeusipo, natural de Mirrina, en el territorio de Atenas, hijo de Eurimedonte y de Potona, su hermana. Regentó su escuela ocho años, empezando de la Olimpíada CVIII. Puso las estatuas de las Gracias en el museo que Platón había fundado en la Academia. Siguió enseñando los dogmas de Platón, sin embargo de que sus costumbres eran otras; pues era iracundo, y los deleites lo tenían avasallado. Se dice que una vez, tornado de la ira, arrojó un perrito en el pozo; y que arrastrado del deleite de la comida fue a Macedonia a las nupcias de Casandro. Dicen, asimismo, que fueron discípulas suyas Lastenia Mantinense y Axiotea Flasica, que lo habían antes sido de Platón. Así, Dionisio le escribió mordazmente diciendo: «Aun de tu Arcade discípula aprenderemos filosofía.» Y también: «Platón enseña sin paga a los que concurrían a su escuela; pero tú recoges tributo y paga de grado y por fuerza»
2. Según Diodoro, en el libro I de sus Comentarios, fue Espeusipo el primero que investigó las cosas que había comunes de las matemáticas, y las juntó mutuamente en cuanto fue posible. También fue el primero que publicó y ensalzó los dichos misteriosos y ocultos de Isócrates, como dice Ceneo. Y, finalmente, el primero que halló el modo de hacer con mimbres cuévanos y aportadores capaces. Como viese ya su cuerpo corrompido de perlesía, envió por Jenócrates, rogándole viniese y le sucediese en la escuela. Dicen que siendo llevado una vez a la Academia en silla volante, encontró a Diógenes y le dijo: «Salve.» Pero éste respondió: «Yo no te lo digo a ti, que siendo quien eres, todavía vives.» Finalmente, ya desfallecido y falto de fuerzas, dejó voluntariamente de vivir, siendo de edad avanzada. Mis versos a él son los siguientes:

Si sabido no hubiera que Espeusipo
murió de esta manera,
nadie me persuadiera
fue de Platón pariente consanguíneo,
pues éste no muriera de congojas,
sino por otra cosa más ligera.

Plutarco, en la Vida de Lisandro y de Sila, dice que Espeusipo murió de piojos.
Era frugal en su cuerpo, como lo dice Timoteo en su libro de las Vidas, y que a un rico, que amaba a una fea, le dijo: «¿Qué necesidad tienes tú de eso? Yo te hallaré otra más hermosa por diez talentos.» Dejó muchos comentarios y muchos diálogos, entre los cuales se halla uno intitulado Aristipo Cireneo; otro, De las riquezas; otro, Del deleite; otro, De la justicia; otro, De la filosofía; otro, De la amistad; otro, De los dioses; otro, El filósofo; otro, A Céfalo; otro, Céfalo; otro, Clinómaco o Lisias; otro, El Político o Ciudadano; otro, Del alma; otro, A Gulao; otro intitulado Aristipo; otro, Advertencias a los artistas; otro, Comentario en forma de diálogo acerca de las artes; diez diálogos: De lo que se halla semejante en las cosas, Divisiones y argumentos para las cosas semejantes, De los géneros y especies de ejemplos, A Amártiro, Encomios de Platón, Epístolas a Dión, a Dionisio, a Filipo, De la Legislación, El Matemático, El Mandróbolo, Lisias, Las Definiciones, Coordinaciones de los comentarios y cuarenta y tres mil cuatrocientos setenta y cinco versos. Simóniles le dedica sus Historias de los hechos de Dión y Bión. Favorino dice, en el libro II de sus Comentarios, que Aristóteles compró por tres talentos los libros de Espeusipo. Hubo otro Espeusipo, médico alejandrino, de la secta de Herófilo.

JENÓCRATES
1. Jenócrates, hijo de Agatenor, fue natural de Calcedonia, y discípulo de Platón desde sus primeros años, y lo acompañó a Sicilia. Era tardo de mente, tanto que Platón, comparándolo con Aristóteles, cuentan que dijo: «El uno necesita de acicate; el otro de freno.» También: «¡Para qué caballo unto un tal asno!» Por lo demás era Jenócrates de rostro grave y severo, de manera que Platón solía decirle: «Sacrifica a las Gracias, Jenócrates.» Por lo ordinario habitó en la Academia. Si alguna vez iba a la ciudad, dicen que todos los tumultuantes y alborotadores se apartaban del camino cuando pasaba él. Y que habiendo entrado en su casa con designio de solicitarlo la meretriz Friné, haciendo como que huía de algunos, como él la recibiese por humanidad, y no tuviese más de una cama, le cedió una parte de ella, como se lo suplicaba. Finalmente, cansada de rogarle satisficiese su deseo, se fue sin conseguirlo. A los que la preguntaban de lo sucedido, decía: «Que ella no salía de estar con un hombre, sino con una estatua.» Algunos dicen que sus discípulos le metieron a Laida en su cama; pero que él fue tan continente, que más quiso darse muchos cortes y aun fuego a sus genitales, que macularse.
2. Era tan veraz que, no siendo lícito entre los atenienses atestiguar sin prestar antes juramento, sólo a Jenócrates le fue el juramento condonado. Era frugalísimo; y habiéndole enviado Alejandro una gran suma, tomando sólo tres mil dracmas aticas, le remitió lo demás, diciendo «que necesitaba de más caudales quien había de mantener más gentes». Tampoco recibió el dinero que le envió Antípatro, según dice Mironiano en los Símiles. Habiendo sido condecorado con una corona de oro en un convite que hizo Dionisio en la fiesta de los congios, al salir del convite la puso a la estatua de Mercurio, ante quien solía poner otras flores.
3. Dicen que fue con otros enviado embajador a Filipo, y que éste ablandó a los demás con regalos, convites y conversaciones; pero Jenócrates nada de esto hizo, y por esta causa no lo admitió Filipo. Vueltos a Atenas los embajadores, dijeron que en balde había ido con ellos Jenócrates; y cuando ya se le preparaba la pena, oyeron de él «que entonces más que nunca se había de precaver la República, pues, Filipo había ablandado a los otros con dones, pero a él de ningún modo había podido doblarlo». Dicen que de esto le resultó duplicado honor; y aun Filipo dijo después que, de cuantos embajadores habían venido a él, sólo Jenócrates no había admitido regalos. Habiendo ido también embajador a Antípatro (pidiendo entregase los soldados atenienses hechos prisioneros de guerra en la batalla de Lamia), como lo convidase a cenar con él, pronunció los versos siguientes:

¡Oh, Circe! ¿Qué varón prudente y cuerdo
podrá gustar comida ni bebida,
antes que a sus soldados libres vea?

De cuya prontitud admirado Antípatro, soltó y remitió a los prisioneros.
4. Habiéndose retirado a su seno un pajarillo seguido de un sacre, lo acogió y lo libertó diciendo: «No se debe entregar a quien se humilla.» Como Bión se burlase de él, le dijo: «Nada le responderé, pues tampoco se digna la tragedia responder a la comedia que la moteja.» A uno que quería concurrir a su escuela sin haber antes aprendido música, geometría ni astronomía, le dijo: «Anda, vete de aquí, pues careces de las asas de la Filosofía.» Habiendo Dionisio dicho a Platón que alguno le cortaría el cuello, como se hallase allí Jenócrates, mostró el suyo diciendo: «Nadie cortará aquél antes que a éste.» Dicen que una vez al partir Antípatro para Atenas se despidió de él, y que no le respondió hasta concluir el discurso que estaba haciendo. Como era sumamente modesto y enemigo del fausto, pasaba muchas veces los días meditando, y aun destinaba, según dicen, una hora al silencio.
5. Dejó muchos escritos en verso y muchas parénesis, que son como se sigue: seis libros De la naturaleza, seis De la sabiduría, uno De la riqueza, otro intitulado Arcas; otro, Del infinito; otro, Del niño; otro, De la continencia; otro, De lo útil; otro, Del libre; otro, De la muerte; otro, De lo espontáneo; dos, De la amistad; uno, De la equidad; dos, De lo contrario; dos, De la felicidad; uno, Del escribir; otro, De la memoria; otro, De la mentira; otro, intitulado Cacicles; dos, De la prudencia: uno, De la economía; otro, De la templanza; otro, De la fuerza de la ley; otro, De la República; otro, De la santidad; otro, De que la virtud es enseñable; otro, Del ente; otro, Del hado; otro, De las pasiones; otro, De las Vidas; otro, De la unanimidad; dos, De los discípulos; uno, De la justicia; dos, De la virtud; uno, De las especies; dos, Del deleite: uno, De la vida; otro, Del valor; otro, Del uno; De las ideas; otro, Del arte; dos, De los dioses; dos, Del alma; uno, De la ciencia; otro, intitulado El político; otro, De la pericia;  otro, De la Filosofía; otro, De Parménides; otro, intitulado Arquedemo, o sea De la De la justicia; otro, De lo bueno; ocho, De las cosas intelectuales; once, De la solución de las cosas tocantes a la Oratoria; seis Acerca de la Física; uno, intitulado Capítulo: otro, De los géneros y especies; otro, De los dogmas pitagóricos; dos, De soluciones; ocho, De divisiones; treinta y tres libros de Conclusiones y catorce Del modo de disputar. Además de esto escribió otros quince libros, y otros dieciséis más; otros nueve acerca de las Disciplinas sobre que versa la Lógica; seis De las Matemáticas, otros dos libros acerca de las cosas mentales, cinco libros De Geometría; uno, de Comentarios; otro, De Contradicciones; otro, De Aritmética; otro, De la teórica de los números; otro, De los intervalos; seis, De Astrología: Elementos a Alejandro sobre el reinar; cuatro libros A Aruba, A Efestión, más dos libros De Geometría en trescientos cuarenta y cinco versos.
6. No obstante que era tal Jenócrates, lo vendieron una vez los atenienses por no haber podido pagar el impuesto de vecindario. Comprólo Demetrio Falereo, y ocurrió con ello a dos cosas, pues restituyó la libertad de Jenócrates y satisfizo el impuesto a los atenienses. Refiérelo Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Sucedió a Espeusipo, y dirigió la escuela veinticinco años, bajo de Lisímaco, habiendo comenzado hacia el año segundo de la Olimpíada CX. Murió de noche, habiendo tropezado en un barreño, ya a los ochenta y ocho años de edad. Mis versos a él son éstos:

En un cuenco de cobre tropezando,
cayó e hirió Jenócrates su frente.
Ay de mí, clamó en grito, y murió luego
el varón que era un todo, y para todos.

7. Hubo seis Jenócrates: uno, escritor de táctica, muy antiguo, pariente y conciudadano de nuestro filósofo. Corre una oración suya intitulada Arsinoética, escrita en la muerte Arsinoes. Otro, filósofo, escritor elegiaco no muy estimado. Así sucede, pues si los poetas quieren escribir prosa les sale bien, pero si los prosistas se meten en la poesía, tropiezan. Esto es constante, como que lo uno es obra de la naturaleza, lo otro del arte. Otro Jenócrates hubo estatuario, y otro que, según Aristoxeno, escribió odas.

POLEMÓN
1. Polemón, hijo de Filóstrato, fue ateniense y natural del pueblo llamado Oiete. Siendo joven, era tan incontinente y derramado, que iba siempre prevenido de dinero para hallarse pronto a la consecución de sus deseos, y aun lo escondía en agujeros. Hasta en la Academia se hallaron junto a una columna algunos trióbolos escondidos por él para semejante referido uso. Entró una vez, junto con otros jóvenes, coronado y embriagado en la escuela de Jenócrates, y éste siguió y concluyó el discurso empezado sin alterarse en nada. Hablaba Jenócrates de la templanza, y oyéndolo el mozo Polemón, volvió poco a poco sobre sí, de manera que luego después superó a los demás en el estudio y aplicación, y finalmente le sucedió en la escuela, empezando en la Olimpíada CXVI. Antígono Caristio dice en las Vidas que su padre fue uno de los primeros ciudadanos, y de los que criaban caballos de carroza. Que su mujer lo acusó en juicio de que no la trataba debidamente y corrompía los jóvenes. La misma vehemencia con que empezó a filosofar conservó siempre, sin que jamás mudase de su costumbre y estilo: ni aun en la voz mudó nunca de tono, con lo cual se usurpó para sí a Crantor. Habiéndole mordido la rodilla un perro rabioso, no tomó el menor sobresalto. Movídose un tumulto en la ciudad y preguntándole lo que era, permaneció inmoble. En los teatros nada se conmovía, y leyéndole una vez a él y a Crates unos versos el poeta Nicóstrato, apellidado Clitemnestra, Crates se movió a conmiseración, pero Polemón estuvo como si no lo oyera. En suma, fue tal como lo describe el pintor Melantio en sus libros De la pintura. Dice que «conviene refrenar la arrogancia y dureza en las operaciones igualmente que en las costumbres», pues decía Polemón que «conviene ejercitarse en las obras y no especulaciones dialécticas, como los que meditan en cláusulas armoniosas según arte, exagerando una u otra preguntilla, y se contradicen a sí mismos en la verdadera disposición».
2. Era urbano e ingenioso, evitando lo que de Eurípides dice Aristófanes:

Agudo y arrebolado, etc.

pues según él dice,

nefanda obscenidad y abominable,
más con la mayor carne se deleita.

Cuando era preguntado acerca de alguna proposición, dicen que no respondía sentado, sino que se ponía a pasear, por cuya grande urbanidad y cortesía era en la ciudad muy estimado. Excepto los paseos, siempre habitaba en un huertecillo, junto al cual habían hecho los discípulos sus pequeñas chozas y habitaban cerca de la escuela y exedra. Según parece, Polemón en todo fue imitador  de Jenócrates, y aun amado suyo, según escribe Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Hacía siempre Polemón memoria de él, revistiéndose de su inocencia, sequedad y gravedad, como la música dórica. Tenía en mucho a Sófocles, singularmente en aquellos partidos en que, según el Cómico, «parece que un perro moloso componía los versos en compañía suya», y en los que, según Frinico, no es demasiado dulce y sabroso, sino moderado y suave. Y solía decir que Homero es un Sófocles épico, y Sófocles un Homero trágico. Murió hético, siendo ya anciano, y dejó varios escritos. Mis versos a él son:

Sabe, si no lo sabes, pasajero,
que a Polemón encierra este sepulcro.
Enfermedad lo trajo,
enfermedad terrible a los mortales...
Pero ¿qué es lo que digo?
No está aquí Polemón, sino su cuerpo;
pues lo dejó en la tierra,
habiendo de volar sobre los astros.

CRATES
1. Crates, hijo de Antígenes, fue natural de Triasio, discípulo y amado de Polemón y que le sucedió en la escuela. Tanto se favorecieron mutuamente, que no sólo en vida hicieron unos mismos estudios, sino que también fueron semejantes hasta el postrer aliento, y aun después de muertos tuvieron un mismo sepulcro. Así que Atenágoras cantó de los dos en esta forma:

Refiere, oh caminante que transitas,
cómo en este sepulcro
Crates el santo y Polemón descansan;
magnánimos varones y concordes,
de cuyos labios y divina boca
sacras palabras fluyen,
y cuya pura vida,
aun sobre lo divino, sabiamente
los siglos ilustró, bien arreglada
a sus fundados y severos dogmas.

Y así, habiéndose Arcesilao pasado de Teofrasto a ellos, dijo «eran como dioses, o reliquias del siglo de oro». En nada eran vulgares; y les conviene lo que se decía del flautista Dionisiodoro, a saber, que «la gravedad de sus tonos nunca se había escuchado en la galera, ni en la fuente, como los de Ismenio». Antígono dice que comía con Crantor y cohabitaban unidos concordemente, junto también con ellos Arcesilao. Asimismo, que tuvieron la vivienda unidos, Arcesilao en casa de Crantor, y Polemón con Crates en la de un ciudadano llamado Lisicles. Dice, finalmente, que Crates era amante de Polemón, según queda referido; y Arcesilao lo era de Crantor.
2. Cuando murió Crates, según escribe Apolodoro en el libro III de las Crónicas, dejó varios libros, unos filosóficos, otros acerca de la comedia, y otros de oraciones al pueblo y embajadas. Tuvo discípulos muy nombrados, de cuyo número fueron Arcesilao (de quien hablaremos adelante) y Bión Boristenita: y últimamente Teodoro, de quien tomó nombre la secta teodórica. De éste trataremos también luego después de Arcesilao.
3. Hubo diez Crates, el primero fue poeta de la comedia antigua. El segundo fue retórico de Talles, discípulo de Isócrates. El tercero, un cavador de minas que iba con Alejandro. El cuarto, cínico, de quien hablaremos después. El quinto, filósofo peripatético. El sexto, académico, de quien hemos tratado. El séptimo fue gramático,  natural de Mallo. El octavo, escribió de Geometría. El nono, fue poeta epigramático. Y el décimo fue de Tarso, y filósofo académico.

CRANTOR
1. Crantor Solense, siendo ya admirado en su misma patria, se pasó a Atenas, y oyó a Jenócrates en compañía de Polemón. Dejó hasta tres mil versos de Comentarios, de los cuales hay quien atribuye algunos a Arcesilao. Dicen que siendo preguntado por qué estaba tan prendado de Polemón, respondió: «Porque no he oído a otro más agudo ni grave.» Hallándose enfermo, se fue al templo de Esculapio, y paseaba allí. Concurrieron luego a él diferentes, creyendo que no estaba por enfermedad, sino porque quería establecer allí escuela. Uno de éstos era Arcesilao, que pedía lo recomendase a Polemón, si bien era ya amigo suyo, como diremos cuando tratemos de Arcesilao. Y aun él, luego que sanó, se fue a oír a Polemón, por cuyo hecho fue muy admirado.
2. Dícese que dejó sus bienes al mismo Arcesilao, y eran doce talentos; y que preguntado por éste dónde quería ser enterrado, dijo:

Conviene que volvamos
al seno de la tierra, nuestra amiga.

Dicen igualmente que escribió poemas; y habiéndolos sellado, los depositó en el templo de Minerva, en su patria. El poeta Teeteto habla de él en esta forma:

Si agradaba a los hombres
Crantor, más a las musas agradaba.
Sin que la senectud fuese venida,
murió este varón santo. ¡Oh madre tierra,
recíbelo en tu gremio,
para que more allí tranquilamente!

Admiraba Crantor sobre todos a Homero y Eurípides; y decía que «era operoso el escribir con propiedad cosas trágicas y al mismo tiempo patéticas». Traía aquel verso del Belerofonte:

¡Ay de mí...! ¿Y por qué causa,
¡ay de mí!, padecido
hemos lo que padecen los mortales?

3. Se dice que Antágoras asegura corren como de Crantor unos versos de cierto poeta, hechos al amor, y son éstos:

Tengo el ánimo en duda (pues ambiguo,
oh amor, el sexo tienes) si te agregue
a los eternos dioses,
hijos antiguos del Erebo
y de la reina Noche, procreados
del dilatado Océano en las ondas;
o bien si te haga hijo
de Venus, de la Tierra, o de los Aires.
Tú, que vago y errante
con tu biforme cuerpo,
males y bienes causas a los hombres.

Tenía gran destreza en inventar nombres. Decía que el actor trágico tenía la voz sin acepillar y llena de corteza; que los versos de cierto poeta estaban llenos de polilla, que las Posiciones de Teofrasto estaban escritas con ostra. Su librito Del llanto es muy estimado. Murió de hidropesía antes que Polemón y Crates. Mis versos a él son:

Anégate, oh Crantor, pésimo morbo,
y al negro abismo de Plutón te baja;
ahora allí te gozas pero viuda
queda de tus discursos la Academia,
y de ti para siempre sol tu patria.

ARCESILAO
1. Arcesilao, hijo de Seito, o Escito, según dice Apolodoro en el libro III de sus Crónicas, fue natural de Pitana en la Eólide. Este fue el primer instituidor de la Academia media, estableciendo la prescindencia o duda en la contrariedad de proposiciones; el primero que habló en pro y en contra acerca de una cosa misma, y el primero que inmutó la forma de argüir que había establecido Platón, ejecutándolo acérrimamente por preguntas y respuestas. Unióse a Crantor en esta forma: era el cuarto de sus hermanos; los dos eran de un padre, y los otros dos de una madre. El mayor de los dos de una madre se llamaba Pilades; y el de los dos de un padre, Mereas; éste era curador de Arcesilao. Primeramente, pues, fue discípulo de Autólico, matemático, conciudadano suyo, antes de pasarse a Atenas, en cuya compañía peregrinó también a Sardes. Luego lo fue de Janto Ateniense, músico; después de éste oyó a Teofrasto, y finalmente se fue a Crantor en la Academia. Su hermano Mereas, arriba nombrado, lo inducía a estudiar Retórica, pero él amaba más la Filosofía. Prendado ya de él Crantor, le preguntó por aquel verso de la Andrómeda de Eurípides:

¿Serásme grato, oh virgen, si te salvo?

Y él respondió con el que allí se sigue:

Llévame, peregrino:
bien me quieras esclava, o bien esposa.

Desde entonces habitaron juntos; y dicen que Teofrasto sintió mucho su pérdida, pues dijo: «¡Oh qué ingenioso y vivo joven se ha ido de nuestra escuela!» Era grave y robusto en el decir, y asiduo en el escribir. Aplicóse también a la poética, y hay algunos epigramas suyos. Uno a Attalo es como se sigue:

No en armas solamente muchas veces
es Pérgamo la ilustre celebrada
en la divina Pisa,
si también en caballos.
Si es dado a los mortales
presagiar lo futuro, todavía
será más celebrada en lo futuro.

El que hizo a Menodoro, hijo de Eudamo, amante de uno de sus condiscípulos, es:

Distante se halla Frigia, oh Menodoro;
distante se halla Tiátina sagrada,
y distante tu patria Cadanade;
mas hasta las orillas de Aqueronte,
es el camino igual de todas partes,
si bien oscuro y poco celebrado.
Aunque a los hombres formidable y fiero,
medido es de sus pies continuamente.
Púsote este sepulcro
el clarísimo Eudamo, de quien eras
querido sobre todos los amigos.

2. Estimaba mucho a Homero, y siempre leía algo de él antes de dormir; y aun por la mañana hacía lo mismo, diciendo «quería ir a su amado», cuando quería leerlo. Decía que también Píndaro era bueno singularmente para llenar la voz y suministrar abundancia de nombres y palabras. En su juventud imitó el estilo de Jon. En la Geometría fue discípulo de Ipónico; al cual motejaba de que siendo tardo y obtuso, sabía, sin embargo, los fundamentos del arte, diciéndole que «la Geometría se le había entrado en el vientre al tiempo de bostezar». Pero habiendo caído en demencia, lo recogió en su casa, cuidando de él hasta que recobró el juicio. Muerto Crates obtuvo la escuela, cediendo uno que se llamaba Socrátides. Unos dicen que no escribió libro alguno; otros afirman fue hallado corrigiendo ciertos escritos, y los publicó, según unos, y los quemó, según otros. Parece hacía mucho aprecio de Platón, y estudiaba sus obras. Algunos dicen imitó también a Pirrón. Supo la dialéctica, no menos que el raciocinio de los Erétricos. Así, Aristón decía de él que era:

Por delante Platón, por detrás Pirrón;
por el medio Diodoro.

Timón dice de él lo siguiente:

Veis uno aquí que tiene a Menedemo
con su pecho de plomo;
o a Pirrón todo carnes, o a Diodoro.

Y de allí a poco le hace decir:

Iré a Pirrón nadando,
y al oblicuo Diodoro.

3. Era muy sentencioso y conciso; y en la locución profería distintamente las palabras. También fue amigo de reprender, confiado de sí mismo, y muy mordaz; por cuya razón habló Timón de él otra ocasión en esta forma:

Y cuando reprensiones vas sembrando,
de que tú fuiste mozo no te olvides.

Y así, habiéndole un joven hablado con mucha audacia, dijo: «¿No habrá quien reciba a éste con los talones?» A uno acusado de bardajería, que decía no haber una cosa mayor que otra, respondió preguntándole: «¿Ni aun será mayor una cosa de diez dedos de larga que otra de seis?» Un tal Eumón, natural de Quío (que era feo y se creía hermoso, y andaba siempre girando ornado con su clámide), le dijo que sí era de parecer que el sabio podía amar, a que respondió: «Lo mismo vestir ornamentos tan preciosos como los tuyos, aunque no sean tan hermosos como tú.» Como un obsceno, a quien era pesado Arcesilao, le dijese:

¿Te podré preguntar alguna cosa,
o deberé callar, matrona casta

Respondió luego:

Hembra, ¿qué es lo que dices
de áspero, duro y desacostumbrado?

4. A un hablador y de bajo nacimiento que le objetaba muchas cosas, le dijo:

Los hijos de los siervos
acostumbran hablar obscenamente.

A otro locuaz importuno, solamente le dijo que «había tenido una nutriz muy molesta». A otros nada respondía. A un usurero deseoso de saber, que le preguntó qué era lo que ignoraba, le respondió:

Oculto es el camino por el aire
para las aves hembras,
si la prole no tienen a su vista.

Esto es tomado de Enomao, de Sófocles. A un alexino dialéctico, que no podía recitar bien cierto discurso de Alexino, le dijo lo que Filoxene ejecutó con unos tejeros. Éste, habiéndoles oído cantar mal algunos versos suyos, empezó a pisarles los ladrillos, diciendo: «Como vosotros corrompéis mis cosas, así yo las vuestras.» Desagradábale mucho el que los hombres no abrazasen temprano el estudio de las disciplinas. En sus discursos usaba naturalmente la frase digo yo, y a eso no asentirá él, diciendo su nombre; lo cual imitaban muchos de sus discípulos su retórica y aun toda su figura. Era fecundísimo en la invención y feliz en las ocurrencias para satisfacer a lo que le proponían, reduciendo a ello el período de las palabras y acomodándose a todo tiempo, siendo también sobre manera persuasivo. Por esta razón concurrían muchísimos a su escuela, por más que los lastimase con su acrimonia, y lo sufrían gustosamente, pues era a la vez muy bueno, y llenaba de esperanzas a sus discípulos. Era liberal en dar lo que tenía, pronto a hacer beneficios y amigo de ocultarse sin vanidad alguna.
5. Habiendo una vez ido a ver a Ctesibio, que estaba enfermo, y vístolo afligido por la pobreza, le puso ocultamente una bolsa de dinero debajo de la almohada, y habiéndola hallado éste, dijo: «Ésta es burla de Arcesilao.» Y aun en otra ocasión le envió mil dracmas. También alcanzó de Eumenes muchos favores para Arquias Arcade, habiéndoselo recomendado. Siendo, como era, liberal, y nada amante del dinero, concurría el primero a las ostentaciones de la plata; como lo ejecutó en la de Arquestrates y Calícrates, y aun a las de oro se apresuraba más que otro alguno.  Suministraba también a muchos cuanto podía recoger. Habiendo prestado varias piezas de plata a uno que convidaba a ciertos amigos, como éste se quedase con ellas, ni se inmutó en lo más mínimo, y, sin comentarlo, ni se las pidió, ni indicó habérselas prestado. Algunos dicen que se las ofreció él mismo para servirse en aquella ocasión, y que al volvérselas, porque era pobre, le hizo gracia de ellas.
6 Tenía algunos bienes en Pitana, de los cuales le iba enviando socorros su hermano Pílades. Igualmente Eumenes, hijo de Filetero, le suministraba mucho, y por esta causa ningún rey tenía trato sino con éste. Habiendo muchos que adulaban a Antígono y concurrían a su casa, Arcesilao se abstenía, no queriendo ni aun que tuviese noticia de él. Era grande amigo de Hierocles, gobernador de Muniquia y del Pireo, y en los días de fiesta nunca dejaba de bajar a verlo. Habiéndole éste querido persuadir por muchos caminos a que fuese a saludar a Antígono, no obedeció, sino que fue hasta la puerta de palacio, y de ahí se volvió atrás. Después de la batalla naval de Antígono, habiendo ido muchos a consolarlo, y muchos escrítole cartas consolatorias, Arcesilao guardó silencio; pero también habiendo ido embajador por la patria a Antígono Demetriade, nada consiguió.
7. Siempre habitó en la Academia, huyendo de los negocios públicos. Algunas veces se detenía en Atenas por causa de algunas dudas que le proponían, y emprendía a explicar, y entonces se quedaba en el Pireo en casa de Hierocles. Por esta amistad lo motejaban algunos. Era demasiadamente pródigo (¿qué más que llamarlo segundo Aristipo?), dando banquetes a los de su brazo, y yendo también él a los de ellos. Usaba públicamente de las dos meretrices elienses Teodota y Pileta, y a los que lo murmuraban les oponía las respuestas de Aristipo. Amaba y era muy propenso a la gente joven; y por esto Aristón Quío, estoico, lo acusaba de corruptor de la juventud, y aun era llamado obsceno elegante y audaz.
8. Dícese que amó mucho a Demetrio navegando para Cirene; como también a Leocares Mirleano, del cual dijo públicamente en la mesa que él quería abrir, y que Leocares lo prohibía vigorosamente. Amábanlo a él Democares, hijo de Laqueto, y Pitocles, hijo de Bouselo, y al recibirlos, decía, era por su mucha clemencia. Por estas cosas lo murmuraban y motejaban los arriba dichos, como amante del vulgo y de la vanagloria. Pero lo cargaron más que nunca estando con Jerónimo Peripatético, cuando juntaba los amigos a fin de celebrar los días de Alción, hijo de Antígono, para lo cual había éste enviado dinero suficiente con deseo de que lo disfrutasen. En este convite, habiendo excusado absolutamente las conferencias, como Aridelo le propusiese cierto teorema y le pidiese la explicación, le dijo: «Lo más importante y más propio de la Filosofía es saber el tiempo oportuno para cada cosa.» Sobre lo de atribuirle demasiada unión con el vulgo, así habla Timón, aunque ciertamente según acostumbra:

Después de haber hablado
se mete por las turbas que lo cercan
y lo están admirando, como suelen
los simples pajarillos al mochuelo.
Ellas miran a un necio, y sin más causa
maravilladas quedan. ¡Miserable,
por cosa tan pequeña te me engríes!

9. Sin embargo de esto, estaba tan libre de amor propio, que exhortaba a sus discípulos a que oyesen otros maestros. Y aun a cierto joven, natural de Quío, que no gustaba de su escuela, sino de la de Jerónimo arriba nombrado, él mismo lo condujo al filósofo, y lo exhortó a perseverar en el buen orden empezado. También corre aquel gracioso dicho suyo, y es que a uno que le preguntaba por qué de las otras escuelas se pasaban muchos a las de Epicuro, y de los discípulos de Epicuro ninguno a las otras, respondió: «Porque de los hombres se hacen los eunucos, pero de los eunucos no se hacen los hombres.» Finalmente, hallándose próximo a la muerte, dejó todos sus bienes a su hermano Pílades, que lo había conducido a Quío y después ocultamente a Marea, de donde se lo llevó a Atenas. Permaneció sin casarse, ni tuvo hijo alguno. Hizo tres testamentos: el uno lo dejó en Eretria en casa de Amficrito; otro en Atenas en poder de uno de sus amigos, y el tercero lo envió a su casa, encargándolo a Taumasías, uno de sus parientes, para que lo guardase, y le escribió en esta forma:

«ARCESILAO A TAUMASÍAS, GOZARSE
«Entregué a Diógenes mis testamentos para que te los llevase. Parecióme bien testar, por causa de que enfermo a menudo, y está mi cuerpo flaco de fuerzas, a fin de no hacerte injusticia alguna si hubiese novedad en mi vida, ya que me has amado en tanta manera. Habiéndome sido siempre fidelísimo sobre todos, confío me los guardes, ya por ser tú joven todavía, ya por nuestra consanguinidad. Cura, pues, ser justo conmigo, y tratar las cosas mías con la posible integridad, en atención a que pongo en tus manos las cosas que por tu misma confesión más necesitas.»
10. Pusiéronse estos testamentos en Atenas en casa de uno de sus amigos, y en Eretria en poder de Amficrito. Murió, como dice Hermipo, de haber bebido vino puro en exceso y caído en delirio, a los setenta y cinco años, habiendo sido tan acepto a los atenienses cual ninguno otro. Hay un epigrama mío a él, que dice:

¿Por qué profusamente tanto vino
sorbes, Arcesilao, que te privas
de razón y juicio?
Lástima me ha causado, no tu muerte,
sino la contumelia que a las musas
haces, vaciando jarros sin medida.

Hubo otros tres Arcesilaos: uno, poeta de la comedia antigua; otro, poeta elegiaco, y otro, escultor, a quien Simónides compuso este epigrama:

De Diana es la imagen que aquí miras:
Ducientas dracmas Parias,
de Arato con la insignia, fue su precio.
Hízole el diestro y noble Agesilago,
de Aristódico hijo,
con el ingenio y arte de Minerva.

Nuestro filósofo floreció hacia la Olimpíada CXX, como dice Apolodoro en sus Crónicas.

BIÓN
1. Bión fue boristenita. Quiénes fuesen sus padres, y por qué causa se dio a la Filosofía, él mismo manifestó a Antígono; pues habiéndole dicho éste:

¿Quién eres? ¿De qué gente?
¿Dónde está tu ciudad? ¿Dónde tus padres?

y sabiendo que lo habían denigrado, dijo al rey: «Mi padre fue liberto, y se limpiaba con el codo (esto significaba que había sido especiero). Era boristenita, y no tenía rostro, sino en él un letrero esculpido, marca de su asperísimo dueño. Mi madre era una del lupanar, como correspondía a tal hombre. Habiendo después mi padre cometido no sé qué cosa contra los banqueros, fue vendida su casa con todos nosotros. Como yo era joven y bastante gracioso, me compró un orador, el cual cuando murió me dejó cuanto tenía; y yo quemando todos sus escritos, y recogiendo los demás, me fui a Atenas y me dediqué a la Filosofía.
De esta gente me precio, y de esta sangre.
Esto es lo que hay acerca de mí; por tanto, pueden ya dejarse de fraguar mi historia Perseo y Filomides; mírame descrito por mí mismo.»
2. Era Bión en ocasiones ciertamente versátil y astuto sofista, y daba motivo de hablar contra la Filosofía a los que querían ejecutarlo; pero en otras era apacible, y aun capaz de disfrutar el lujo. Dejó muchos comentarios y apotegmas útiles en los negocios humanos, verbigracia, como lo motejasen de que no había podido coger para sí a cierto joven, respondió: «No se puede atraer con anzuelo al queso blando.» Preguntado una vez quién era el de menos sosiego, respondió: «El que más lo desea.» También se le atribuye el que habiendo sido preguntado si conviene casarse, respondió: «Si casas con fea, tendrás un tormento; si con hermosa, será común a todos.» Llamaba a la senectud «puerto de todos los males, porque a ella caminan todas las cosas». Decía que «la gloria es madre de los años; la hermosura, un bien ajeno; las riquezas, los nervios de las cosas». A uno que había vendido y comido sus posesiones, le dijo: «La tierra se tragó a Amfiarao; tú a la tierra.» Llamaba «gran mal al no poder sufrir ningún mal». Reprendía a los que quemaban los muertos como a insensibles, y los lloraban como sensibles.
3. Decía a menudo, que «vale más hacer gracia a otro de la flor de la belleza propia, que no coger por fuerza a la ajena; pues así se perjudicaba al cuerpo y al alma». Culpaba también a Sócrates, diciendo que «si tenía necesidad de Alcibíades, y se abstuvo de su favor, fue un necio; si no la tenía, nada hizo de extraño». Llamaba «llano al camino del infierno, pues se hace a ojos cerrados». Acusaba a Alcibíades, diciendo que «siendo jovencito quitaba los hombres a sus mujeres, y siendo mancebo quitaba las mujeres a sus maridos».
4. Enseñaba la Filosofía en Rodas a los atenienses que estudiaban allí Retórica, y a uno que le notaba esto, le dijo: «¿Traje trigo, y venderé cebada?» Decía que «en el invierno son más castigados los que llevan agua con vasos enteros, que los que la llevan con vasos agujereados». A un grande hablador que le pedía auxilio, le dijo: «Te daré lo que baste, con tal que envíes procuradores y tú no vengas.» Navegando una vez con gente mala, cayó en manos de piratas; y como los primeros dijesen: «perdidos somos si nos conocen», añadió Bión: «Y yo también si no nos conocen.» Llamaba a la soberbia «embarazo del adelantamiento». De un rico miserable, dijo: «Éste no posee la riqueza, sino la riqueza lo posee a él.» Decía que «los miserables cuidan de sus haberes; pero de ellos ningún útil sacan, como si fueran ajenos. Que cuando somos jóvenes hacemos uso del valor corporal, pero cuando envejecemos tenemos el valor en la prudencia. Que tanto se aventaja la prudencia a las demás virtudes, cuanto la vista a los demás sentidos. Que no conviene ultrajar a la vejez, a la cual todos deseamos llegar». A un envidioso que estaba melancólico, le dijo: «No sé si te habrá venido a ti algún mal, o a otro algún bien.» Decía que «la impiedad era muy mal cohabitante de la confianza»; pues

doma al varón por más audaz que sea.

«Que se deben conservar los amigos, de cualquiera condición que sean, a fin de que no parezca los habemos tenido malos, o no los elegimos buenos.»
5. Bión despreciaba al principio los dogmas de los académicos en tiempo que era discípulo de Crates: después abrazó el instituto cínico, tomando el palio viejo y el zurrón. ¿Y qué otra cosa lo condujo a aquella ecuanimidad? Después pasó a oír a Teodoro el Ateo que sofisteaba con toda suerte de argumentos; y después que éste oyó a Teofrasto Peripatético. Era aficionado al teatro, y muy difuso en la risa, usando en las cosas de palabras pesadas. Por haber entretejido su estilo con variedad, refieren que dijo de él Eratóstenes que «había sido el primero en vestir de flores la Filosofía». Era muy diestro en las trovas; y son suyas éstas:

Oh delicado Arquitas
feliz en las delicias y en el fasto,
disputador eterno entre los hombres.

Tenía absolutamente por juego a la Música y Geometría. Era magnífico y ostentoso; y aun por esto iba transmigrando de unas a otras ciudades, hasta ostentar apariencia artificiosamente; pues en Rodas indujo a los marineros a que se vistiesen hábitos de escuela y lo siguiesen; y entrando con ellos en el Gimnasio, fue admirado por todos.
6. Solía adoptar por hijos algunos jóvenes para abusar de ellos en sus deleites, y para protegerse con su favor y benevolencia. También era tenazmente amante de sí mismo; y decía que «entre los amigos todas las cosas deben ser comunes». Por lo cual ninguno se intitula discípulo suyo, sin embargo, que tuvo tantos en su escuela. Hizo imprudentes a muchos; y así se refiere que Beción, uno de sus familiares, dijo una vez a Menedemo: «Yo, Menedemo, duermo las noches con Bión, y no creo cometer en ello algún absurdo.» Trataba muchas cosas impiísimas con los que estaban consigo, tomadas de la doctrina teodórica. Finalmente, habiendo caído enfermo (como dijeron los que estaban en Cálcide, pues allí murió) quiso recibir amuletos que lo atormentasen, y arrepentirse de las ofensas hechas a Dios.
7. La pobreza de los que le asistían en su enfermedad le fue muy dañosa, hasta que Antígono le envió dos criados; y se lo llevaron en litera, como refiere Favorino en su Historia varia. Murió allí mismo; y mis versos a él son éstos:

Oímos que Bión boristenita
afirmó que no existe dios alguno.
Si hubiera persistido en este dogma,
podríamos decir que sintió de ello
como había creído erradamente;
pero habiendo caído
en larga enfermedad, morir temiendo,
el que había negado hubiese dioses,
el que nunca sus templos visto había,
y el que de los mortales se burlaba
que a los dioses ofrecen sacrificios,
no ya sólo con piras, aras, mesas,
olor, gordura, incienso
de los dioses saciaba las narices,
ni sólo «pequé» dijo,
y «perdonadme mis pasadas culpas»;
si que aun a la vieja emsalmadora
prestó fácil el cuello, y con correas
se dejó atar los brazos.
Sobre su puerta puso
el ramo de laurel y espina blanca;
para todas las cosas prevenido,
sino para la muerte.
¡Oh necio, que quisiste que los dioses
por merced existieran;
como si existir ellos consistiese
en que Bión quisiera así decirlo!
Luego en vano eres sabio porque siendo
todo carbón tu mísera barquilla,
levantando las manos,
«salve, Plutón», decías, «salve, salve».

8. Hubo diez Biones: el primero fue proconnés y contemporáneo de Ferecides Siro, de quien corren dos libros. El segundo, siracusano, escritor de preceptos oratorios. El tercero es el presente. El cuarto fue de la escuela de Demócrito, y matemático abderita, que escribió en dialecto ático y jónico. Este fue el primero que dijo que hay parajes en que la noche dura seis meses y seis el día. El quinto fue solense, y escribió las cosas de Etiopía. El sexto fue retórico, del cual andan nueve libros con epígrafes de las musas. El séptimo, poeta lírico. El octavo, escultor, milesio, de quien Polemón hace memoria. El noveno, poeta trágico de los llamados társicos. Y el décimo, estatuario de Clazomene, o de Quío. de quien hace mención Hiponacte.

LACIDES
1. Lacides, hijo de Alejandro, fue de Cirene, fundador de la Academia nueva, y sucesor de Arcesilao. Fue hombre severísimo, y tuvo no pocos imitadores. Desde su juventud fue amante del trabajo y pobre; pero muy agradable y dulce en la conversación. Dícese que era muy particular acerca de la economía: pues cuando sacaba alguna cosa de la despensa, sellaba la cerradura, y arrojaba el anillo del sello por un agujero dentro de la despensa misma, a fin de que nada le quitasen de lo que tenía en ella. Advertido esto por sus criados, quitaban el sello y tomaban lo que les daba la gana; luego con el anillo mismo volvían a sellar, y lo arrojaban dentro por el agujero. Y aunque lo hicieron repetidas veces, nunca fueron cogidos en el hurto.
2. Tenía su escuela en la Academia, en el huerto que había hecho el rey Attalo, que de su nombre se cognominaba Lacidio. Es Lacides el único filósofo que sepamos cediese en vida su escuela a otro, como efectivamente lo hizo, entregándola a Telecles y a Evandro, ambos focenses. A Evandro sucedió Hegesino Pergameno, y a éste, Carnéades. Gracioso es lo que se cuenta de Lacides: habiéndolo Attalo llamado a su casa, dicen que respondió: «Las imágenes de los reyes se deben mirar de lejos.» A uno que se dedicó muy tarde a la Geometría, y le preguntase si era ya tiempo de ello, respondió: «¿Y por qué no ha de ser todavía temprano?»
3. Murió a los principios de su enseñanza, el año IV de la Olimpíada CXXXIV,  después de veintiséis años de escuela. Murió de parálisis, contraída de beber demasiado vino. Mis versos a él son éstos:

Cuentan de ti, Lacides, según oigo,
que por tus pies te fuiste al infierno.
¿Ignoras acaso
que la fuerza de Baco disminuye
y disuelve las fuerzas de los miembros?
Aun por esto Lieo lo apellidan.

CARNÉADES
1. Carnéades, hijo de Epicomo, o bien de Filocomo, según aseguró Alejandro en las Sucesiones, fue natural de Cirene. Habiendo leído los libros de los estoicos, singularmente los de Crisipo, los refutó modestamente, y esto con tanta sinceridad que solía decir: «Si no hubiese habido Crisipo, no habría Carnéades.» Fue tunantísimo del trabajo, menos aplicado a la física que a la moral. Se dejaba crecer el pelo y las uñas, en fuerza de la continua aplicación a los libros. Era tan hábil en la Filosofía, que hasta los maestros de oratoria dejaban sus escuelas y concurrían a oírlo. Tenía la voz muy recia, de manera que el jefe del Gimnasio tuvo que enviarle recado que no gritase tanto: pero él respondió que «le diese la medida de la voz». A esto repuso sabiamente aquél, diciendo: «Medida tenéis en los que os oyen.» Era acérrimo en las reprensiones e inexpugnable en los argumentos, y por esto excusaba los convites. Como Mentor Bitinio, discípulo suyo y muy frecuente en la escuela, comerciase con una concubina suya, dice Favorino en su Historia varia que en medio de la lección lo motejó así:

Por ahí anda un viejo despreciable
parecido a Mentor en voz y cuerpo,
y quiero desterrarlo de mi escuela.

Y él, levantándose, dijo:

Luego que ellos hablaron,
se levantaron éstos prontamente.

2. Parece tenía una suma aversión a la muerte, pues solía decir con frecuencia: «Lo que la Naturaleza compuso, lo disolverá.» Habiendo sabido que Antípatro era muerto de haber bebido veneno, se estimuló a querer quitarse la vida, y dijo. «Dadme también a mí.» Y diciendo los circunstantes: «¿qué queréis?», respondió: «Vino con miel.» Refiérese que cuando murió se eclipsó la Luna: y de eso podrá decir alguno que parece sentía su muerte el astro más hermoso después del Sol. Apolodoro dice en las Crónicas que murió el año IV de la Olimpíada CLXII, habiendo vivido hasta los ochenta y cinco años. Corren unas Epístolas suyas a Ariarte, rey de Capadocia. Lo demás lo escribieron sus discípulos, pero él nada dejó escrito. Mi epigrama a él, en metro logádico y arquebuleyo, es el siguiente:

¿Qué quieres, musa, note a Carnéades?
Torpe será de mente quien no vea
cuánto temió la muerte; pues enfermo
de una temible tisis, todavía
no consintió la solución del cuerpo;
antes habiendo oído
que Antípatro veneno había tomado,
«dadme, dijo, también cosa que beba».
¿Y qué queréis? «¿Qué? dadme miel con vino.»
Repetía igualmente con frecuencia:
«¡Ah, la Naturaleza
que me supo formar, sabrá sin duda,
no menos, disolverme!»
Esto no obstante, descendió a la tierra.
Era bien conveniente
bajase a los infiernos
quien granjearse supo tantos males.

3. Dicen que de noche se le agravaban los ojos sin advertirlo, y mandaba al criado trajese luz; como éste la trajese y le dijese «ya está aquí», respondía: «Pues lee tú.» Tuvo muchos discípulos, pero el más aventajado fue Clitómaco, de quien hablaremos luego. Hubo otro Carnéades, poeta elegiaco muy frío.

CLITÓMACO
1. Clitómaco, cartaginés, llamado Asdrúbal, filosofaba en su lengua y patria propia. Pasó a Atenas, ya de cuarenta años de edad, y oyó a Carnéades. Agradádose éste de su aplicación, le hizo aprender las ciencias, y lo imbuyó de manera que llegó a escribir más de cuatrocientos libros; fue sucesor de Carnéades mismo, e ilustró con muchos escritos sus dogmas. Fue versado en las tres sectas académicas, peripatética y estoica. Así moteja Timón a los académicos:
No quiero aquí traerte
la Academia gárrula e insulsa.

2. Hasta aquí hemos tratado de los académicos derivados de Platón; pasemos ahora a los peripatéticos (también originarios de Platón), de quienes Aristóteles fue el primero.

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